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Leo que normalmente la campaña de navidad empieza el segundo lunes de diciembre, lo cual me sorprende, porque por los signos que veo a mi alrededor y la poca tele que consumo me parece que la campaña ya ha empezado. Leo también que una campaña navideña consiste en generar iniciativas comerciales que evoquen las emociones y los sentimientos de la navidad. Bien. Se recomienda cantar villancicos, adornar las viviendas –y las calles--, preparar galletas, jugar a la lotería, bailar bajo la luz del árbol de navidad, visitar parientes, ir al cine, regalar juguetes, visitar museos, hacerse cosquillas, charlar en la cama, visitar mercadillos, estudiar las navidades de otros países, leer en familia, cenar la cena que preparen los niños, pasear sin rumbo fijo, visitar parques públicos, escribir postales, contar historias de nuestra infancia, hacer caricias, mirar fotos antiguas, jugar juegos de tiempos pasados, dejar mandar a los niños, hacer propósitos de año nuevo, hacer balance del año «viejo», pintar, disfrutar de la soledad, buscar una frase leitmotiv para el año 2023, etc. Uf!...

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Sé que a algunas personas les disgustan las fiestas navideñas y ahora empiezo a entender el porqué. Por ejemplo, la navidad tiene que ser un tormento para los diabéticos con tantas ofertas de dulces, turrón y frutas escarchadas. Pero también para los espíritus independientes, que se ven empujados a «volver a casa por navidad». Y para los peces, que deben de estar hartos de beber y beber y volver a beber en el río para ver a Dios nacer. ¿Y qué me dicen de preparar galletas? Con lo fácil que es pasarse con el horno y dejarlas con un poco de colorcillo, es decir, quemarlas. Bueno, y lo de la lotería… Ya dicen que el 22 de diciembre es el día de la salud, que es el consuelo de los tontos, y el día de los premios muy repartidos, las lagrimitas y las duchas de cava entre los «agraciados». (No digo nada de los «desgraciados»). Los adornos de las calles que hacen bonito parecen fuegos artificiales que nos recuerdan… que en Ucrania disparan cohetes de verdad. No deben de tener buena voluntad, lo digo por lo de «paz en la tierra etc.». Sí, sería mejor hacerse cosquillas o charlar en la cama -pero sin fumar, no vayamos a agujerear la colcha. Lo de dejar mandar a los niños ya tiene miga, sobre todo ahora que pueden reclamar hasta por un cachete bien dado, pero lo de las comilonas es patético, por lo poco saludables que son y por los 800 millones de personas que pasan hambre en el mundo.