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Llevamos toda una vida engañados y engañadas. Los Reyes Magos y Papá Noel no son los padres, ni las madres, son los Reyes Magos y Papá Noel, obvio. Sus majestades de Oriente y el simpático barrigón barbudo son los que inundan de magia las respectivas noches del 24 de diciembre y del 5 de enero, y sus correspondientes mañanas posteriores. Ellos son los que hacen los milagros de repartir todos los regalos en un tiempo récord y, en la mayoría de las ocasiones, acertando en las peticiones. Aunque puede que alguna talla de calzoncillos o de calcetines baile.

Desde pequeños nos enseñan a disfrutar de esta época invitándonos a seguir las creencias y las tradiciones pensando que un día, cuando ya seamos mayores, dejaremos de creerlas y la razón se tragará de un bocado a la ilusión para pensar, a partir de ese momento, que todo ocurre por obra y gracia de mamá y de papá. Eso es mentira. Los Reyes y Papá Noel son magos, tienen superpoderes, sueltan rayos por los ojos y pueden manipular el tiempo a su antojo para que les alcance para toda su misión. Y lo logran. Pero no trabajan solos. Es verdad que los cuatro cuentan con un importantísimo y nutrido ejército de pajes repartidos por todo el planeta que les facilitan la vida un montón. Es fácil identificarlos incluso hoy porque seguramente, si tienes alguna compra de última hora, los reconocerás por la cara de encabronados y de estresados que llevan. Y no les culpo, el reloj corre, el momento mágico se acerca y la tarea está a medio hacer. Ayer mismo vi a una de estas pajes en una tienda de ropa refunfuñando por teléfono. «¿Cómo que elija yo? Siempre estamos igual, el marrón me lo como yo», creo que dijo. Y no le faltaba razón. Seguramente al otro lado Papá Noel, o Melchor, le apremiaban para que reuniera todo el material mientras ellos se tomaban un mojito. Y no era la única, las caras de agobio eran generalizadas en distintos comercios.

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Por eso, niños y niñas que ya no sois tan niños y niñas, este domingo cuando abráis los regalos, pensad que Papá Noel es mágico pero que los pajes se lo han currado de lo lindo. Que repartáis el mérito y el agradecimiento, porque lo fácil es colgarse la medallita, comerse las galletas y tomarse la leche -o lo que quiera que les dejéis a los Reyes- y largarse en mitad de la noche, pero el marrón es estar el resto del año al ojo avizor para saber qué quiere cada uno.

Y acertar con las tallas. Que eso sí que es la auténtica magia de los regalos y se valora muchísimo menos de lo que se debería. ¡Feliz Navidad!

dgelabertpetrus@gmail.com