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A Toni Hernández, ‘Yeti’ , a quien debes la espléndida ilustración de este artículo, desde la amistad y la profunda admiración que sientes por él y por cuantos, amén de dominar el arte del dibujo, son capaces de sintetizar con humor, bonhomía e inteligencia, hasta la más complicada de las situaciones… Un fuerte abrazo y gracias por tu magnífico regalo…

Mañana. Uno de enero. Ciudad-desierto por la resaca y el exceso. Tranquilidad agradecida que querrías eterna. Observas: dos niñatas se tambalean, descalzas, con sus zapatitos de tacón alto en las manos, farfullando un «¡joder!» dolorido. Alguien, por su parte, intenta saber cómo ha llegado hasta ahí y algunos, gritando, se empecinan en perpetuar la pasajera felicidad embotellada. Como contrapunto, un anciano solitario apoyado en un carrito de la compra. Tal vez porque no puede costearse un ‘taca-taca’ al uso… Desde la cafetería –la única abierta en tu barrio- saboreas un tonificante café, mientras    contemplas un mini universo que inicia un año más, con propósitos egocentristas en los que el prójimo no tiene cabida… Se pensará en adelgazar, en abandonar algún vicio, en decirle ‘cuatro cosas’ a ese ‘hijo de puta’, ya debidas, pero rara vez en ser un poco más solidarios… Mientras, a Ucrania, a todas las ucranias, les importa un carajo esa transición entre años, porque el dolor y la locura –lo saben- seguirán.

Frente al bar, una antigua sucursal crediticia permanece, desde hace ya décadas, cerrada. Para alguien se ha mudado en hostal al que acude tarde para no ser visto, sin asimilar que ser pobre, a la postre, no es sinónimo de indigno, sino más bien de lo contrario… Las oficinas bancarias van cayendo – te dices- como los personajes de Agatha Christie en «Diez negritos» ante la sumisión insalvable de tanto empleado aterrado… Es solo una pieza de un enorme puzle que alguien –no lo dudéis- va tejiendo desde hace mucho, para que no piséis la calle (la aparición de la tele ya os metió en casa)… En este sentido, el niño alelado de la viñeta de Toni va progresando adecuadamente ante la mirada de su abuela que abogó y seguirá abogando por la humanidad y los contactos personales. «Finalmente, te quedas atrapado en tu precioso nido y los objetos que poseías ahora te poseen a ti» –escribió Chuck Palahniuk-.

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Eso es, a la postre, la meta del poder: que no salgáis al mundo, para meter el ‘suyo’ en vuestros hogares. No el real –of course!- sino el por ellos diseñado. A eso se le denomina, generalmente, manipulación esclavitud, servidumbre, seguidismo, etc. Así, hoy os dicen lo que tenéis que pensar, decir, creer, comer y beber si anheláis ser políticamente correctos. Mansos, os están sutilmente encerrando en vuestros propios hogares: las videoconferencias suplen reuniones; el cine permanece aposentado en vuestro sofá; el supermercado os sirve a domicilio; las gestiones bancarias se efectúan vía móvil; los whatsapps os ahorran encuentros (¡son tan cómodos los emoticonos!), etc. Incluso, últimamente, las visitas médicas son telemáticas. De hecho, un nuevo y sutil Tejero exclama «¡Qué nadie se mueva!» y añade: «de su casa». «¡Quieto todo el mundo!». Y desde un oscuro lugar –cada vez más confuso- se os adoctrina subliminalmente. Pero no, no salgáis a la calle, no vaya a ser que comprobéis que lo prometido no es lo prometido; que la realidad de los telediarios no se ajusta a derecho; que los viejos existen y los parados también, que os estuvieron contando milongas y que la utopía ni está, ni se la busca…

Mientras, un adolescente manifiesta en un anuncio que lo único que necesita para vivir es un móvil…

Por eso te conmueve esa anciana que no entiende cómo su nieto no sale a la calle; que no comprende su «»¿para qué?»», sin saber –afortunadamente- que a ese niño al que ama le preparan para un mundo que no será nunca más el suyo. Un mundo aterrador en el que su nieto será un mero robot al servicio de unos intereses tan inconfesables como vomitivos…

Sí, afortunadamente, la abuela no lo sabe…