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A ver qué necesidad tengo yo de inventarme una palabra. Bueno, por lo menos no está en el diccionario. Con el tiempo, ¿quién sabe? La verdad es que a veces no encuentras el vocablo para una realidad que quieres nombrar y dices lo primero que se te ocurre.

Pensando en lo que está pasando en Estados Unidos (esos que están en América), donde una minoría radical republicana puede paralizar un sistema de elección en su propio partido para imponer unas condiciones/concesiones y tener así la sartén por el mango, me ha venido a la mente lo que está pasando en España y sus posibles consecuencias.

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Del absolutismo –no lo que dice el diccionario, «Régimen político en el que una autoridad domina todas las manifestaciones del poder del Estado, que puede ejercer sin límites», ni esa «forma política desarrollada durante el Antiguo Régimen en Europa», sino el de las mayorías absolutas en las elecciones democráticas– hemos llegado al minorismo de los votos decisivos que, paradójicamente, acaban imponiendo sus propuestas políticas siendo los menos votados.

Cuando vivimos en un mundo donde hay demasiado control sin control, el peligro de que la democracia se quede en un bonito nombre es demasiado grande. Y lo habremos conseguido entre todos y, por supuesto, todas.

El respeto a las minorías no debe confundirse con la dictadura de las minorías, que aspiran a imponerse y acusan de discriminación a todo el que les lleve la contraria.