TW

La línea estratégica que sigue Vox en Balears para aumentar su representación institucional es la de tomar la iniciativa antes que cualquier hecho erosione su condición de fuerza política con una deriva pretendidamente ascendente tras las últimas convocatorias electorales. No así en Menorca hasta ahora.

Lo ha hecho recientemente al escenificar la forzada reconciliación entre las dos facciones de Mallorca lideradas por Jorge Campos y el general Fulgencio Coll, con el nombramiento de una presidenta de Eivissa para todo el territorio balear, Patricia de las Heras. En noviembre actuó igual adoptando una solución rápida, al mismo tiempo que se anunciaba la marcha del hombre fuerte del partido en Menorca, Antoni Camps, obligado a dimitir tras ser condenado por un delito agravado de apropiación indebida.

Noticias relacionadas

Desde Mallorca decidieron otorgar el liderazgo en la Isla a Xisco Cardona, residente en Palma, doctor en Derecho Canónico y abogado del Tribunal de la Rota, que no se había significado abiertamente hasta entonces sobre su ideología afín a la de los postulados ultraderechistas.

El nuevo coordinador de Vox ha alejado a quienes han sostenido el partido en Menorca, con escaso rédito en los anteriores comicios, a los que apenas conocía. Cardona intentó tapar ese descontento anunciando una renovación en las agrupaciones locales, que no era tal porque se produjo forzada por la dimisión de todos los delegados.

Su apuesta ha sido rodearse de nuevos rostros que destacan más por su formación que por su vinculación actual a la Isla. Es una decisión arriesgada que, por el momento, ha provocado su primera gran crisis insular con daños colaterales a las aspiraciones del Partido Popular para recuperar el Consell. Le va a costar a Vox cerrar filas y ganar músculo en los pueblos para obtener alguna representación, aunque no más de lo que les habría costado a los salientes, con o sin desencuentro. Si ya lo tenía difícil, ahora más todavía. Las urnas dirán.