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Reconozco que no he estado demasiadas veces en Ibiza; creo que solo unas 5 ó 6 en toda mi vida. La primera, en plena época hippy allá por los primeros años setenta, fue una visita breve pero productiva. Eran los tiempos de Hendrix, Janis y Jim Morrison. Era cuando ya habían empezado a llegar a la Isla los llamados peluts que tanta influencia tuvieron a lo largo de varias décadas para solidificar la fama de Ibiza como tierra de paz y amor. Y diversión. Precisamente hace poco más de un año falleció uno de los intelectuales declarados inclasificables que ayudaron a dar a conocer la Isla como foco contracultural. Antonio Escohotado se apoyó siempre en su reconocida independencia de criterio para ser ‘un impertinente’ puro en el mundo de lo políticamente correcto.

La Isla, total y descaradamente turística, sigue hoy conviviendo con un hipismo sostenible que ya es una de las características de su historia reciente. En el mismo puerto de Ibiza incluso se levanta una estatua en honor a ese movimiento que la dio a conocer a todo el mundo. Y como recuerdo de aquel tiempo histórico todavía existe uno de los dividendos de aquel movimiento: el mercadillo hippy de las Dalias, uno de los más famosos de Europa (cerca de San Carlos, pasado ya Santa Eulàlia des Riu).

Nosotros nos hemos encontrado con una Isla muy distinta a como nos la acostumbran a presentar los hostiles al desarrollo. Nos hemos encontrado con una isla muy bien cuidada, molt aclarida, con un alto nivel económico. A un menorquín le debe impresionar su red de carreteras, magníficas, modernas y seguras (algunas incluso desdobladas), tan alejadas de la miseria ancestral que sufrimos en nuestra Isla gracias a mentalidades masocas bien consolidadas que aspiran a promocionar únicamente un sentimiento de pequeñez, ese que amplifican para prohibir la libertad ajena y para sostener la imposición de una lengua forastera, folklórica y minoritaria en lugar de solucionar las comunicaciones y los problemas reales de los menorquines. ¡Qué envidia nos dan los ibicencos!

Por cierto, Menorca se ha portado muy mal con la Pitiusa mayor desde los tiempos en que se aprobó la autonomía, esa ficción que solo alaban los que han venido viviendo de ella y de la que ahora se conmemoran los fastos de su 40 aniversario. Solo han faltado los fireworks y total para nada porque la gente tiene ahora más dificultades de vivir en la Isla que antes. Efectivamente, con muchos menos habitantes los menorquines usurpan representación política a Ibiza que dispone de más población pero menos corresponsales políticos. El otro día recordaba esta injusticia JC Ortego en este diario, una injusticia democrática que hay que resolver ya sin más dilación ni más excusas ideológicas.

Ibiza está tomada políticamente por el PP desde los tiempos de Abel Matutes, aunque ha tenido períodos de descanso. Leo que se anuncia la próxima visita del nacionalista gallego Feijóo en un acto que contará con la asistencia de 1.000 simpatizantes ¡caramba! Negocios y política.

La marca (comercial y económica) de la Isla es el topónimo ‘Ibiza’ (como aquí debería serlo el de Mahón en lugar de vivir atormentados con ocurrencias exclusivistas anti históricas, colonialistas y ridículas). El topónimo local ‘Eivissa’ convive dulcemente con el internacional sin problema alguno.

En esta ocasión el viaje a Ibiza ha sido por motivos profesionales (hay que preparar la próxima temporada) pero por aquello tan menorquín del ja qu’hi som nos quedamos dos días más. Es pleno invierno pero hace muy buen tiempo. En Ibiza nunca hace el frío que padecemos en Menorca. Nos hospedamos en un sencillo hotelito cuya terraza besa literalmente la playa de Talamanca. Nos lo recomendó un amigo no por su modernidad ni comodidad sino por su personalidad y por su cierto punto de cutrez que le da, sorprendentemente, un aire de autenticidad muy acogedor. Se podría comparar su ubicación con la del Xoroi de Alcaufar (no Alcalfar por favor porque como Raymón, decimos No, diguem no, noltros no som d’ aquest mó... de topónimos correctos políticamente).

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En su terraza escuchamos música pausada de autor. Maravillosos momentos. Ahí es nada desayunar deleitándose por ejemplo con Mama Cass cantando la maravillosa «Dream a little dream on me».

Disponemos de tiempo para diversas excursiones y vemos como una de las características del campo ibicenco es la poca, casi nula, presencia de cercados para delimitar sus tierras. Hay muy pocas paredes secas, lo que significa que no hay cabaña ganadera significativa en la Isla. De hecho solo hemos visto unos pocos corderos y ningún animal más. Vuelvo a ensalzar las vías de comunicación que fueron combativas en su día con una saña inusitada por los reaccionarios anti evolución.

Visitamos Santa Eulàlia des Riu , donde vive una colonia de residentes. Se nota un palpable alto nivel de vida. Cruzamos la Isla hasta San Antonio. La segunda ciudad de la Isla cuenta con un magnífico Paseo Marítimo con, naturalmente, dos direcciones de tráfico que dan vida al puerto sin tener que ceder todo el espacio a los fenicios que quieren acapararlo todo en beneficio exclusivo de sus bolsillos. Visitar Ibiza es muy recomendable para al menos saber cómo serían las carreteras en Menorca con un gobierno responsable y sensato.

Notas:

1- Leído en el diario MENORCA: En la Isla hay 6.000 personas subsidiadas. Un dato terrible.

2- En las últimas elecciones generales VOX sacó 4.000 votos en Menorca. Poca broma.

3- ¿Cambiará la nueva de Ley de Bienestar Animal la gastronomía menorquina? ¿Se permitirá seguir hirviendo vivas a las langostas? ¿O cambiará el sabor del plato estrella de la Isla?     

4- ¿Y lo del Barça?  Sánchez no lo dejará caer. Será otra ayudita más al nacionalismo.