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Estos días el calendario concentra las efemérides de acontecimientos de corta o media distancia que han dejado influencia en la vida social. Se cumplen mañana 42 años del ‘tejerazo’ y 40 de la expropiación de Rumasa, dos hitos políticos de la etapa democrática que entonces comenzaba y que corroboran el viejo dicho «lo que no te mata te hace más fuerte».   

Hace un año que Casado dejó el liderazgo del PP y ya casi nadie se acuerda, ni siquiera quienes perpetraron el error porque quizá no había nadie más y porque la primera sucesión de un líder tiene siempre, salvo excepciones, carácter transitorio. Su desaparición de la vida pública fue casi absoluta hasta que lo vimos un día en el encuentro de emprendedores que Varsasky convoca en el entorno de Binicalaf. Es probable que nunca vuelva a la política, si aprende a ganarse la vida sin aquella.

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También el año pasado un día de esta semana Putin movilizó sus tropas para invadir otro país libre y soberano. De paso, ha incordiado la estabilidad de la feliz Europa y ha generado un terremoto en la economía y en el estratégico mercado de la energía.

Llama la atención lo del presidente ruso, nostálgico del imperio comunista, que está recibiendo apoyo implícito y a menudo expreso de quienes todavía identifican progresismo y rebeldía con aquellas ideas. Lo que inicialmente propició una condena casi unánime, de la que solo se desmarcaron Zapatero y algunos chalados de Latinoamérica donde todavía arde la llama del ilusiniosmo, hoy es visto con división no solo en la imagen circense que Podemos da al Gobierno.

Pasa el tiempo y su guerra empieza a ser legitimada con la ayuda inestimable de quienes siguen viendo la causa de todo el mal en el capitalismo. El propio Putin apareció ayer envalentonado acusando a la OTAN del conflicto y de la hostilidad de Occidente hacia la cultura rusa.