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Bajo con media hora de antelación y llego un cuarto de hora tarde, porque no encuentro dónde aparcar. Comprendo que hay demasiados coches en nuestras ciudades, pero no puedo recorrer seis quilómetros a pie para ir a una presentación. Cuando entro en la librería Va de Llibres Ismael Pelegrí está hablando de «Plaquette de Préveza», el libro de poemas de Bartomeu Obrador-Cursach, quien a su vez habla más tarde de «Alcalfar», el libro de poemas de Ismael Pelegrí. Me admira la capacidad de hablar en público de Ismael Pelegrí. Habla de modo reposado, sin titubear, y desmenuza sus opiniones casi sobre cada una de las páginas del libro, incluida la portada. Su explicación es amena, incisiva, y llega a incluir el análisis de un poema de título sugerente: «Sempre neva al port». Según el diccionario «sugerente» y «sugestivo» es lo mismo: que sugiere, que suscita emoción, que resulta atrayente.

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Después de tres lecturas del poema me resulta más atrayente «Passeig de l’estació». Quizá porque yo he visto esa imagen: cuando vivía en una casa perdida en el camino de Santa Bàrbara y pasaba un solo coche en toda la noche mi sombra huía vertiginosa cuando el coche venía por detrás y si acaso había luna o un farol solitario la sombra desaparecía cuando el coche venía por delante, cegándome con sus luces de largo alcance. ¿Es la fugacidad de la vida? Quién sabe… Desde luego la poesía de Obrador-Cursach es más frondosa, exuberante, que la de Pelegrí. Las palabras le salen de los bolsillos, le desbordan, y a Ismael Pelegrí, que es un crítico incisivo y un poeta meticuloso del concepto, la profundidad y la exactitud, las palabras le brotan de debajo de las piedras como un hallazgo trabajado y preciso. Esa es la impresión que me produce, pero a lo mejor no doy una y es todo lo contrario.

Admiro la ironía de Pelegrí -la sabiduría-, parece vapuleado por la vida y sin embargo es todavía demasiado joven para eso. Pero a pesar de su sentido del humor es un escritor muy serio. Parece que los poemas le duelen, que son producto de un esfuerzo considerable condicionado por el profundo respeto que le merece la literatura. Explica el poeta que «Alcalfar» es una complicidad compartida con Diana y Abril en París y una pródiga conversación con Margarita Ballester y Pere Gomila. Está bien que lo explique: no son poemas de lectura fácil, si por fácil entendemos transparente. Aquí lo transparente es el Mediterráneo que nos condiciona a todos: «Qui ho diría d’aquesta mar / on ara domina la calma».