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Pensáis que la ceguera es una: la que os impide ver. Y, sin embargo, la invidencia es polimórfica. Se da, en este sentido, una curiosa paradoja: cuidáis la visión física, pero os la trae floja la política o ética. Dos formas de oscuridad que causan verdaderos estragos. Una de sus manifestaciones es    el talibanismo, no en su sentido estricto –que también- sino metafórico. Quien lo padece se asemeja a ese asno al que le han colocado unas anteojeras para que únicamente pueda tener una visión frontal y no circundante de la realidad. El talibán (frecuentemente un populista que medra a partir de vuestras miserias, esas que no intentará eliminar por el simple hecho de que vive de ellas) es un dictador, un absolutista, un facha –de izquierdas o de derechas- un enajenado que se cree permanentemente en posesión de la verdad, incuestionable, por supuesto. Puede ser ateo o no, pero, curiosamente, se cree Dios. Ý, como tal, ha de imponer su credo, aun disfrazando el mal, que ocasionará, de bien social. Su mesianismo le llevará a dividir la sociedad en bloques. En uno se hallará la verdad. En el otro, el caos del que ha de salvaros. El discrepante se muda, por tanto, en un enemigo, no al que convencer, sino al que arrollar. El dictador puede ser intelectualmente válido, culturalmente rico, pero su incapacidad por descubrir que hay algo más allá de su mundo, lo convierte en auténtico minusválido…

El talibán rara vez saluda a quien no comulga con su ideario y la sola presencia del oponente le incomoda tanto que se le hace insoportable. Cuando argumenta, no argumenta, vomita una retahíla de tópicos, la parcialidad de sus discursos. Al talibán no le agrada proponer. Lo suyo es imponer. Y remitir al exilio a quien no acepte el peso de su pisada. Ha usado grandes vocablos para justificar sus paranoias: Dios, Patria, Igualdad, Feminismo, etc. A mayor hedor, mejor perfume, el aroma    que desprenden    esas palabras, ultrajadas.

Una buena prueba de ello son los supremacistas o las seudo feministas que con su fascismo de diseño pijo/ñoño están causando estragos en el verdadero feminismo, el que estuvo, está y estará protagonizado por mujeres inteligentes, sensibles y preparadas que permanecerán dispuestas, incluso, a dar la vida por su causa… Como la dieron ayer. Esas que saben que su justa reivindicación no se basa en ocurrencias lingüísticas o en la forma fálica de determinados helados o en la perfidia de unos gallos violadores o en…

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Lo alarmante es que los talibanes siguen ahí, ahora, camuflados,    no con su «potro» de tortura, sino con su ingeniería social, con su absolutismo a cuestas, con sus botas que, no siendo militares, lo son, con su sordera para con el argumento del otro, empatizando únicamente con sus invidentes…

Cuando muchos creyeron –entre los que te cuentas- que el fin del bipartidismo sanearía la vida pública, creando una nueva y mejor forma de hacer    política, se equivocaron. La utopía se quebró con la entrada de radicales iluminados que arrasaron con lo que no casaba con su cuadriculada y absolutista forma de concebir el mundo, la vida y el ser humano. Su mundo, por supuesto, su vida y su visión de la persona, que poco –o nada- tenían que ver, a la postre, con la anhelada quimera de un orbe mejor, regido por la justa distribución de la riqueza, por la igualdad, por la fraternidad… Esas que, no hace tanto, acabaron en un régimen denominado de El Terror, y en el que tan bellos principios se mudaron en verdaderos genocidios a golpe de guillotina. Fue la guillotina, fueron los campos de exterminio nazis, fueron los campos de trabajo soviéticos, fueron… Estás hasta los mismísimos cataplines. Tu ideología es, hoy, simple: ama y haz lo que quieras. Lo dijo San Agustín. Es la única fórmula que podrá salvaros de quien, predicando contra los desahucios, no daría cobijo al desahuciado; de quien, teniendo múltiples dividendos, no dará mejoras salariales a sus obreros, de quien…

Estás cansado, muy cansado de este mundo, pero no de ese al que aspirabas ¡Ama y haz lo que quieras! A eso te agarras…Y seguirás luchando por él. No hay, a la postre, otra…