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Los hipócritas íntimos son los que usan la hipocresía como usaban los guerreros de la Edad Media sus armaduras para protegerse de flechas de arco, virotes de ballesta, espadas, puñales y lanzas. La hipocresía es el armamento virtual más antiguo, pero que suele ser también muy efectivo a la hora de proteger la honra desarreglada de aquellos que la han arrastrado por el fango de hediondos barrizales, para amasar su riqueza, su bienestar personal, un patrimonio fraguado en la corrupción que la hipocresía protege.

Es también bastante frecuente dar con personas que detrás de su honradez, a nada que rasquemos con una uña un poquito, encontraremos el miedo, porque el miedo obra como potente antídoto, podríamos decir que el miedo es la vacuna que protege a muchas personas de no convertirse en delincuentes, como algunos que en los cargos políticos o sus aledaños, han encontrado un inesperado filón donde meter la mano, y así sacarle lustre a su paso por la política. Noble quehacer    del que más habría ganado su honra si jamás se hubieran acercado a este noble oficio.    Fíjense que disparidad de contradicciones, no piensen que todos los políticos y políticas ejercen donde el oropel del cargo público vive rodeado de parabienes: despacho, secretaria, coche oficial con chófer, buenas pagas, viajes en avión, buenos hoteles, escoltas y una jubilación acorde con los anteriores despilfarros.    Algunos trabajadores de la política no ven nada de esas «regalías».

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El payés que tiene un lloc a su cargo y acude pidiendo tiempo al tiempo a las reuniones que en su sector se organizan ante el problema de la leche, el encarecimiento de los productos de almacén    agropecuario, porque su ganado tiene por costumbre comer todos los días, incluidos el día de Navidad y el día de Sant Joan.    Políticos a los que ejercer como tales, no les supone ningún beneficio, al contrario, tienen que poner dinero de su bolsillo.    Para estos esforzados, trabajadores de la política, no hay fotografías en la portada de los periódicos, no hay entrevistas en radio ni televisión, son un verso suelto en el partido en el que militan, ciertamente no tienen la tentación ante un torrente de dinero que pasa ante las barbas del político bien situado, que metió la mano en la caja, no practican el arte antiguo y falsario de la hipocresía, van a pecho descubierto, porque esos políticos y políticas, en verdad, nada tienen que ocultar; su política se asemeja a una ONG que asiste a los paisanos a cambio de un dolor de cabeza las más de las veces. Qué crueldad la de ser también injustamente criticados «si está ahí, algo se lleva». Esas afirmaciones gratuitas, injustas y asquerosamente deshonestas, son las más de las veces las que cosechan políticos que no han cobrado ni un céntimo de euro por cada hora que le han dedicado al partido en el que tan esforzadamente militan, forman el grupo político por el que aún creo en la política; gentes a las que no les hace falta la armadura de la hipocresía para defender su paso por su militancia, defendiendo una forma de pensar y de vivir. Por eso, amigo mío, vote usted al político que menos cosas le ofrezca, puede que acierte o no, pero será el que menos le decepcione.

Hay políticos que solo arriman el hombro si hay regalías a la vista, y, aunque las consigan, no hay día que no se quejen, su lenguaje está siendo amamantado por el improperio, la queja, el exabrupto además de la ofensa directa. Más les valdría que se acordasen de aquel que se quejaba todos los días porque no tenía zapatos, hasta que un día se dio de bruces con un hombre que no tenía pies, por más que su carencia no sea bípeda sino puramente cerebral. Su merma forma parte de su golfería, adosada a la corrupción, una pandemia que ha zarandeado la democracia, creándose el virus conocido como un particular «modus vivendi pro domo sua» (modo de vida en provecho propio).

¡Qué grandeza humana! ¡Qué ejemplo de convivencia la del político o política que lleva    su trabajo por los demás con honestidad, y cuando deja la política, se va igual que entró!