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Cuando un mandatario político ha hecho    en el ejercicio de su mandato capas y capirotes, no debería de ser rara avis que la justicia le tome interés, aunque tengo prisa en decir,    que suelen pasar meses, cuando no años, para llegar a completar un sumario.    Cuando por fin el corrupto que ostentó la más alta jerarquía del poder le sale una sentencia firme, rara vez será de privación de libertad, o lo que es lo mismo, una sentencia que contemple la cárcel, y si sucediera así, seguramente será por el tiempo mínimo, cuando debería ser al revés: pena de cárcel por el tiempo máximo precisamente por ser un delincuente por corrupción a pesar del cargo que ostentaba y lo este le reportaba en beneficio propio.

Fíjense en el caso de Nicolás Sarkozy (68 años), presidente de Francia entre 2007 y 2012. El miércoles, día 17 de mayo último, se encontró con una nueva condena debida a sus actividades delictivas en el tiempo en que ostentaba el cargo de presidente de la República de Francia, en este caso por corrupción y tráfico de influencias, lo que no es ninguna tontería.    Le han caído encima tres años de cárcel (menos, habría sido un escándalo), pero fíjense, y esto sí que es un escándalo, solo va a cumplir uno ¡oiga! ¿Y eso por qué? ¿A santo de qué esa regalía procesal? Y no crean ustedes que es todo, porqué el año de cárcel podrá cumplirlo en libertad. ¡Olé… olé… y olé! Simplemente, deberá llevar un brazalete, cosa que yo dudo. No obstante, sus abogados (observen que he dicho abogados) han recurrido la sentencia ¿Un presidente de la República con tres años de cárcel, de los que va a cumplir solo uno y en la calle? Pero Jesús, María y José ¿qué justicia es esa? Así que el fallo de la justicia queda de momento en suspenso ¿hasta cuándo?

El caso por el que se le ha juzgado ahora se remonta nada más y nada menos que a 2014, o sea, 9 años de «embolicar la troca», y qué menos que con un selecto equipo de leguleyos que en su oficio se las saben todas. De todas maneras, trabajo no les va a faltar, porque Sarkozy, tiene otros «asuntillos» por los que la Ley le ha tomado interés.

Otro expresidente francés también fue sentenciado a prisión, me refiero a Jacques Chirac, que ostentó la presidencia francesa entre 1995 y 2007, es decir, 12 años. Fue condenado en 2011 por malversación, pero… ¡qué cosa más rara! Otro que tampoco entró en la cárcel debido a su estado de salud, falleció en 2019, es decir, 8 años más tarde    de su sentencia, y en esos 8 largos años, al parecer no le mejoró la salud, ni siquiera lo estrictamente necesario para que pasara el hombre una temporadita en el trullo.

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Qué difícil debe de ser el oficio ese de meter a algún presidente en la cárcel, aunque las haya hecho de todos los colores.    Si la justicia al final le toma interés, lo primero y principal será lo del sumario, que se convertirá sin duda en «un encaje de bolillos procesal» a juzgar por los años que a veces se tarda en finalizarlo. Me imagino que cuando un juez lo tiene encima de la mesa de su despacho, seguramente pensará ¡por fin!    Espero que al leer la fecha en la primera página, no se me aparezca esa regalía procesal del «ha prescrito», por no decir, que tras tan largo viaje y el tocho de hojas generado, en verdad no hacían falta alforjas.

Es una anormalidad ver cómo algunos «choricillos» con lo poco que han delinquido, el pedazo de sentencia que les cae encima, en cambio otros y otras que han cometido verdaderas barbaridades contra la Hacienda Pública sobre todo, en el transcurso de unos cargos que ostentaban que de ninguna manera se merecían, y que precisamente por ellos, suelen ver sus sentencias muy laxas.

Me barrunto viendo lo de Sarkozy, que en todas partes cuecen habas, en algunos sitios calderadas. Los chorizos de pata negra, rara vez se les aplica la severidad de la justicia que se hace con los desgraciados que apenas han delinquido, y si encima de tres años de cárcel solo va a cumplir uno y en la calle, apaga y vámonos.    En cualquier caso, me sorprendería que estos delincuentes pasen más de una semana tras los barrotes.

No me digan que no sería un best seller el libro que recogiera en su texto los innumerables casos de los que teniendo méritos más que sobrados para pasar muchos años en la cárcel, no han llegado siquiera a cruzar el umbral de una penitenciaría.