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Saber y creer no son lo mismo pero se parecen. El saber no ocupa lugar. ¿Y el creer? Yo solo sé que no sé nada, pero creo que creo en algo. El conocimiento da seguridad, igual que la fe. Necesitamos asirnos a la certeza para no caer en la angustia o la desesperación. No saber nada y no creer en nada es casi imposible, aunque hay grados.

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Antes, no creías en lo que no veías. Ahora ya no puedes creerte lo que ves. El arte del engaño ha avanzado tanto que la gente ni fía ni se fía. El escepticismo contrarresta el dogmatismo pero no podemos dudar de todo. La duda ofende. Algunos dicen que Dios ha muerto, aunque nadie pueda probarlo. Solo Nietzsche publicó la esquela. Creemos más de lo que sabemos porque nos creemos muy listos. Lo cierto es que vivimos por amor o vivimos por odio. Aquellos que no pueden amar buscan a alguien a quien odiar. ¿Tú qué prefieres? ¿Tener razón o tener corazón? Probablemente, las dos cosas son necesarias. No me gustan las generalizaciones, son casi todas malas. La verdad es demasiado grande para nosotros, que somos tan pequeños.

¡Qué bonito cuando alguien cree en ti! Es una inyección de moral. Fe y razón son complementarias. Aunque no todos sabemos ni creemos lo mismo. Los que no admiten más razón o más fe que la suya, se vuelven fanáticos, intolerantes, gilipollas… por eso dijo Isabel Allende: «Cualquiera con fanatismo, poder e impunidad puede transformarse en una bestia».