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Hablaré de ti Guillem Comamala, recordándote aún sin haberte conocido. Escribo sobre ti, que no vas a envejecer, sino que te mantendrás eternamente joven en el recuerdo de quienes te amaron. Eras buen estudiante y buena persona, un aficionado al voleibol que estrenaba la vida. Tu fotografía en los periódicos es un grito a la juventud.

El próximo lunes se inaugurará el nuevo curso académico en la Facultad de Matemáticas y Estadística de la Universitat Politècnica de Catalunya. Se iniciará con un minuto de silencio en señal de duelo por ti, que no regresarás a tus clases. Tus compañeros de voleibol también te homenajearon. Muchos mallorquines, que como yo nunca te conocieron, se conmovieron por tu vida perdida en el mar.
Estoy segura de que amabas ese mar. Es probable que lo añorases incluso, durante los largos meses de estudio. Por eso te gustaba salir a pescar calamares con tu tío y tu primo. Los mallorquines amamos ese mar donde te tocó morir.

Pienso que, de alguna manera, nos representas, Guillem. Tu muerte es la de todos nosotros. Mejor dicho: los mallorquines perdimos un poco de vida contigo. Estabas confiado, feliz, cerca de los tuyos, bajo el cielo de tu infancia. Entonces apareció un barco extranjero y oscuro. Se abalanzó sobre vosotros que tratasteis inútilmente de que se percatara de vuestra presencia. Te llevaste la peor parte.
El yate se llama «La Luna» y es propiedad de un millonario alemán, Klauss Viehof. Su hijo y sus amigos estaban de fiesta en el yate. Borrachos. Habían sido advertidos por otras embarcaciones. Se abalanzaron sobre vosotros y no se pararon para saber de tu suerte. Pasaron de largo por tu vida, que era un tesoro.

El acoso, derribo y muerte que sufriste, Guillem, es el símbolo de la destrucción que sentimos a menudo, desde hace años, los mallorquines ante quienes aniquilan la isla sin contemplaciones. Ellos llegan desde fuera por tierra, mar y aire. Nosotros solo pretendemos estar junto al mar, vivir tranquilos, poder respirar sin miedo. Como lo pretendiste tú, Guillem. No vamos a olvidarte, marinero de nuestra isla.