Dentro de un mes volveremos a ver en los supermercados esos carros vacíos y esos voluntarios del Banco de Alimentos que esperan que los llenemos con productos imperecederos para repartir comida a quien no la puede costear. En tiempos de mi abuela las cuestaciones en las iglesias iban para los rusos y los chinos, países con poblaciones enormes y tremendamente pobres. En mis tiempos las estrellas eran los niños de África, cuyas imágenes nos estremecían por la extrema delgadez, las barrigas hinchadas y las moscas rondando la mirada. Ahora los desamparados están a nuestro lado, viven en nuestras calles y, como nosotros, muchos acuden a su trabajo puntualmente cada mañana. El mundo está al revés y me niego a creer que nada de esto tiene remedio.
El rayo verde
Limosnas
21/10/24 4:00
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