Es para esta servidora un placer acudir al cementerio donde se encuentran mis antepasados y a día de hoy cantidad de amigos, conocidos y mis últimos primos carnales que me quedaban de la rama fornellera. Venía a ser una especie de paseo junto a «mamá Teresa». En invierno íbamos los sábados, al llegar el buen tiempo, los domingos oíamos misa pero a mí me gustaba más la del Carmen. Antes de traspasar las puertas verdes de madera, con el tiempo se cambiaron de forja, nos santiguábamos, a pocos metros del patio me hacía tirar un beso a la Virgen de la Bona Nova que miraba desde una hornacina allá a lo alto de la entrada de la ermita. Daba una mirada con recelo a las dos mujeres cubiertas de cal amarilla al igual que todo el recinto. Iba yo cogidita de la mano con mi madre, diciendo: «No tengas miedo, aquí todos son muy buenos, duermen hasta el día que nos encontraremos al cel» y miraba hacia arriba desilusionada al ver que tan solo había nubes, o como aquella vez que cayó un aigu xamal refugiándonos en la caseta de la familia Florit, conocidas por «Guingos», vecinos nuestros, vivían en la plaza San Roque.
Xerradetes de Trepucó
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30/10/24 4:00
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