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Vivimos en un mundo en el que cada vez resulta más fastidioso leer, analizar, buscar datos que dibujen la realidad. La explosión de las redes sociales, donde todo es rápido, facilito y edulcorado, ha provocado que millones de personas se informen exclusivamente en Twitter o Tik Tok. Entre los jóvenes, esta tendencia es masiva e imparable. Aquello de pasar la mañana del domingo devorando periódicos y la tarde en una sobremesa interminable de tertulia ha pasado a la historia. Nadie tiene tiempo. Ni ganas. Por eso la mayoría está poco y mal informada. Añadamos el fenómeno de los bulos y las fake news. Y aún no se ha desarrollado del todo la inteligencia artificial, porque cuando eso ocurra ya nadie sabrá qué es verdad. Prácticamente todo lo que veamos será falso. Sin llegar a esos extremos -que viviremos más pronto que tarde- hace años ya que la ciudadanía se deja llevar por sensaciones, prejuicios, querencias y eslóganes a la hora de conformar su opinión. Si le preguntas a cualquiera qué opina de Obama, te contará maravillas.

Si lo haces sobre Trump, sacará sapos por la boca. Milagros del márketing y la manipulación de masas. Nadie piensa que está siendo engañado y eso es un tesoro para quienes desean conducir el voto y la conciencia colectiva. Veamos los datos: durante el último año del Gobierno de Obama fueron detenidos y deportados 409.000 migrantes que cruzaron la frontera ilegalmente; durante el primer año de Trump se hizo eso mismo con 304.000. De hecho, el beatificado Obama ostenta el dudoso título de ser el presidente americano que más gente ha deportado durante su mandato: 2,7 millones de personas en siete años, casi tantos como todos los presidentes que le precedieron juntos.