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Ya se habrán fijado que la creación de contenidos es la mayor industria de la actualidad, y no porque la gente, sintiéndose vacía, experimente ahora una perpetua necesidad de más contenidos, que quizá también, sino porque la abundancia y profusión de contenedores, incluido el móvil que todo el mundo lleva agarrado en la mano, exige un caudal constante de contenido. Solo notamos la falta de contenido, y la angustia que ello produce, si hay un contenedor (por ejemplo, una habitación totalmente vacía), pues de otro modo podemos circular durante horas por una carretera desierta sin echar de menos nada.

El contenedor, como sabían los anatomistas del siglo XVI y explicó Vesalio, crea el contenido y no al revés, hallazgo que se adelantó varios siglos a la frase de McLuhan de que el medio es el mensaje. Así pues, el exceso de contenedores obliga a un exceso de contenidos, y los fabricantes de ese flujo incesante de contenidos (los llamados creadores de contenidos) no siempre pertenecen al ámbito del entretenimiento o la información.

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Los políticos son los grandes creadores de contenidos del presente, y con ventaja. Donald Trump es ahora el mayor creador de contenidos del mundo, y para ello ni siquiera necesita un amplio equipo de asesores creativos, pues le basta una frase corta para crear toneladas de contenido que nutren millares de contenedores. Por eso arrasó en las elecciones, por ofrecer él solo más contenido que nadie.

Aquí el PP, y sus subalternos de Vox, llevan años dedicados exclusivamente a la creación de contenidos, que es ya la primera función de la oposición, y si todavía no han logrado aniquilar al Gobierno, es porque aunque a diario añadan cuantiosas aportaciones, ese contenido es único y obsesivo. Sánchez. Les falta variación.

Y si hoy cuento estas cosas, es porque empieza el Congreso Federal del PSOE, cuya misión, con la que les está cayendo, además de la anunciada renovación territorial, es precisamente crear contenidos. Es decir, Sánchez. A ello dedicarán el fin de semana. Digamos que los contenidos, como los símbolos, son cosas que chocan entre sí. Qué angustioso, este asunto de los contenidos. Nunca son suficientes, por exceso de contenedores.