Pésimas noticias para España y peores aún para Balears. La semana pasada se conoció la resolución de las pruebas internacionales TIMSS, la segunda mayor evaluación mundial, comparable por su magnitud con el Informe PISA, y que en este caso se centra en el alumnado de cuarto de primaria, de 9 y 10 años. Los resultados son tan preocupantes que requieren un análisis urgente de nuestro sistema educativo, que no se quede en la mera contemplación, sino que aplique reformas inmediatas. Los estudiantes españoles se alejan de la media de los países desarrollados, especialmente en matemáticas, terrible porque es un dato negativo acumulado. Casi el 40% tiene resultados malos o muy malos.
El último informe PISA, que mide el rendimiento de los alumnos de 15 años en tres áreas clave (lectura, matemáticas y ciencias), ya arrojó cifras alarmantes: los alumnos españoles tienen sus peores resultados en 20 años. Y en la última prueba PIRLS, que mide la comprensión lectora, hemos bajado siete puntos.
Si ya el dato global es desesperanzador, el de Balears es para llorar y no parar. Somos la última comunidad autónoma, la peor de toda España, tanto en matemáticas como en ciencias, que es lo que mide TIMSS.
Escucho de forma incansable a los jóvenes quejarse de los contenidos de su formación reglada, cuestionando para qué necesitan esas materias en su vida. Sin duda, son más importantes de lo que creen, porque la cultura y el conocimiento son cruciales para enfrentarse a situaciones y problemas, hallar soluciones, deducir, relacionar, crear… De hecho, el pensamiento abstracto es una capacidad exclusivamente humana, y un rasgo que mide la inteligencia. Y todas las materias aportan y ayudan al razonamiento, y las matemáticas son especialmente fundamentales, valga la expresión pleonástica. Por cierto, son esenciales para la interpretación financiera, que también da resultados muy malos en PISA: 4 de cada 10 alumnos españoles no saben interpretar una factura ni una nómina, y, lo peor, no saben aplicar operaciones numéricas básicas, como calcular un porcentaje. Doy fe de que la mayoría de universitarios tampoco.
Leo que el 25% de los alumnos odia las matemáticas, pero es que el sentimiento se traslada a los que estudian Educación, es decir, a los futuros maestros. Así que la enseñanza se limita muchas veces a la memorización de fórmulas y procedimientos, en lugar de alentar un entendimiento profundo y crítico de los conceptos matemáticos. Necesitamos fomentar un ambiente donde los estudiantes se sientan motivados a explorar y a cuestionar, en lugar de memorizar sin entender. Y si quienes deben enseñar no están bien formados ni tienen interés en las materias, muy mal empezamos.