Casi podría decir con certeza que la primera vez que oí la palabra ‘impostor’ fue en alguna película americana de misterio o de detectives. Puede que incluso fuera una película del Oeste. Incluso recuerdo haber jugado también a descubrir o a adivinar quién era el impostor cuando lo había. Esto da para mucho, desde luego. Y la historia nos ha dejado a numerosos grandes impostores, como por ejemplo la enorme cantidad de falsos supervivientes del «Titanic» o el de mujeres que se hicieron pasar por hombres para luchar en guerras o los falsos aspirantes a algún trono. Sí, lo del impostor es algo frecuente. Muy frecuente y muy literario, diría yo. Cada día podemos oír a auténticos farsantes que reconocen serlo al intentar hacer algo para lo que no están especialmente dotados. En nombre de un síndrome que ya llega a ser cansino, el del impostor, estamos asistiendo a toda una serie de estafas e imposturas muy justificadas.
El arte de la impostura
05/02/25 4:00
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