Piojos
Llevamos años escuchando casos en los que un depredador sexual se esconde en grupos infantiles de deporte, en clubes de esplai, se hacen profesores para estar rodeados de críos, o sacerdotes, para ocultar sus abyectas intenciones. Nos horrorizamos siempre y a pesar de las medidas que se toman, nunca deja de ocurrir. Es fácil pensar por qué. Ellos son animales y dominan mil trucos para engañar, dar gato por liebre y ganarse la confianza de sus víctimas. Pasa lo mismo con algunas mujeres adultas, que se ven envueltas en tramas inverosímiles para ser enredadas en una estafa en la que cualquiera de nosotros pensamos que no caeríamos jamás, pero, ay, eso es porque nunca nos hemos enfrentado a estos artistas del camelo. Todas estas historias tristes me han venido a la cabeza al saber lo de Juan Carlos Monedero, justo después de lo de Íñigo Errejón y, seguramente, tantos otros. Imagino la situación.
También en Opinión
- «Hay mucha gente desesperada con dolor crónico que puede caer en manos de sinvergüenzas»
- Oleada de robos de contadores en el Camí des Caragol de Ciutadella
- Carla Gener afirma que el ayuntamiento desconocía la compra de los juegos adaptados del 'Pere Casasnovas'
- Una madre y su hija de dos años resultan heridas en un accidente en la carretera de Na Macaret
- Los propietarios del nuevo polígono de Ciutadella rompen con el ayuntamiento y abren la vía judicial