Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

El rayo verde

Malas lenguas

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Carlos Mazón ha pasado de ser uno más de los políticos grises que abundan en este país a un payasete del que se puede esperar cualquier barbaridad. Parece que miente más que habla y cada vez que abre la boca se supera a sí mismo. Detrás, entre bambalinas, intentando pasar desapercibidos, le arropan los gerifaltes de su partido, conscientes de que es un cadáver político que solo espera el momento idóneo para abandonar. Dicen las malas lenguas que le tendremos aún durante dos años más diciendo tontadas y desdiciéndose a cada paso, porque si culmina lo que queda de legislatura se lleva el premio gordo: quince años de empleo en el Consejo Consultivo con un salario de 75.000 euros anuales. Nada mal para un completo inútil como él. Lo malo de sus balbuceos incoherentes es que hacen sospechar que oculta algo más gordo de lo que se pensó en un principio. Más allá de líos de faldas y de su impericia profesional, las tertulias y los comentarios maliciosos en las redes apuntan más alto.

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A su jefe. El indescifrable Alberto Núñez Feijóo, que cada día debe tener más claro que jamás dormirá en La Moncloa. Su estrategia política, su absoluta falta de carisma, la escasísima confianza que transmite y su nefasta gestión en Galicia ya le tienen bastante mal parado. A pesar de las constantes cagadas del Gobierno, su voz como principal líder de la oposición solo se escucha para patalear. Dicen que esa tarde fatídica en la que Valencia sufrió su peor tragedia en muchos años estaban juntos. Que después de la comida de El Ventorro, quienes se encontraron en secreto fueron Mazón y Feijóo, a saber con qué intenciones. Y callan porque, de confirmarse, el descalabro será para ambos y, de rebote, para su partido.