En pocas palabras
Creo que se nota menos
Ya estamos en primavera y no sé si será cierto el dicho ese de que la sangre altera. A mí y me imagino que a otros la sangre no se nos altera por encontrarnos en esa estación, yo diría que la llevamos alterada todo el año. Y miren ustedes que intentamos tomarnos las cosas deportivamente, hacer que no vemos al machacailusiones de siempre, oír más que escuchar esos inacabables discursos políticos que normalmente no conducen a solucionar nuestros problemas, sino más bien son una exhibición de escasa retórica constructiva y preñada de calificativos destructivos alejados de aquello de que la ropa sucia se lava en casa. La espada de Damocles se nos muestra en lugar de algo alegórico como una amenaza a un futuro bastante incierto, poco esperanzador. A mi edad ya poco temo por mí, pero me preocupan las generaciones jóvenes y la de nuestros nietos. Pueden que hayan llegado y no me haya dado cuenta, pero no veo los cielos sembrados de golondrinas ni que se vaya haciendo realidad lo que dijo Gustavo Adolfo Becquer, sobre si «volverán las oscuras golondrinas a colgar sus nidos en el balcón…». O es que nos temen o es que en nuestros edificios cada vez más modernos ya no existen aquellos rincones donde construían sus nidos. Quizás también se deba a que escasean voces de poetas para acunar los sentimientos. Solo nos quedan los campos bañados de flores salvajes, flores que se niegan a formar parte de un jarrón por aquello de que la libertad también tiene su precio.
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