Pau Faner
Pau Faner

Escritor

Les coses senzilles

Las puertas del cielo

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«Comer el tarro a alguien» es una expresión que significa influirle y acaso engañarle con argumentos repetitivos. Se utiliza para describir situaciones en las que una persona intenta cambiar la opinión de otra martilleando ideas en su mente. Esto enlaza con las estrategias de marketing que se usan para propagar modas y vender productos, pero diría que es algo tan viejo como el mundo. Lo que hoy se llama influencers antes podían ser charlatanes de feria, santones y hasta líderes religiosos o políticos. Ya conocen la fábula de Samaniego titulada «Las moscas»: «A un panal de rica miel dos mil moscas acudieron, que por golosas murieron presas de patas en él».

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El panal de la felicidad, de la salud, del bienestar, de la prosperidad, etc. Es lo que nos proponen quienes pretenden comernos el tarro. Todos los anuncios comerciales aseguran que sus productos son los mejores, todos los charlatanes certifican que sus bebedizos curan hasta lo incurable, todos los santones afirman tener la clave de la felicidad, todos los líderes religiosos ofrecen el paraíso, y los políticos llegan a proclamar que en algunos casos la guerra es inevitable. ¿Cuál es el resultado? Sencillo: la felicidad es inalcanzable, porque cuando el hombre obtiene lo que desea piensa ya en otra cosa y nunca queda satisfecho. Y a lo peor resulta que el paraíso también es inalcanzable. Otro resultado: los espárragos no curan el cáncer, los yogures no quitan el colesterol, la carne chamuscada no produce cáncer, el corte de digestión no es la antesala de la muerte, ayunar no es la clave de la eterna juventud, la guerra no es sinónimo de libertad, sino de muerte como las moscas de Samaniego. Todos los días de verano me preguntan por Cala en Brut porque un influencer lo recomendó en alguna parte.

Hubo en tiempos de Bach y Mozart músicos con mejores padrinos –influencers, comedores del tarro: antes lo llamábamos tener influencias y ni siquiera estaba mal visto. Hubo en tiempos de Van Gogh pintores mucho mejor situados de quienes ya no se tiene memoria. Hubo épocas en que la novela histórica no estaba de moda. Hubo grandes obras menospreciadas en algunos premios literarios. Hubo líderes que llevaron a países enteros a la perdición. Es posible, no es del todo descabellado, que alguno logre destruir la humanidad pensando hacerle un bien. Y desengáñense, la gente no se da cuenta, porque nos comen el tarro con mucha pericia. Pero seguiremos llamando con insistencia a las puertas del cielo.