En 2002 la familia Urtasun, propietaria de la bodega riojana Remírez de Ganuza, adquirió la finca Torralbenc, situada entre Maó y Alaior.
En la carretera a Cala en Porter, con construcciones edificadas a finales del siglo XIX, la labor agrícola-ganadera había cesado hacía años. Los Urtasun se entusiasmaron con un doble proyecto tras recorrer las tanques de aquel lloc abandonado: dar una nueva oportunidad a la explotación, sustituyendo la ganadería de leche por la producción de vino, con la plantación de vides de distintas variedades, y abrir una bodega propia. Al mismo tiempo, transformar las cases de lloc, sus dependencias y los establos en un agroturismo.
Aquella iniciativa emprendedora se trocó en frustración y decepción al topar con el muro de dificultades e incomprensión que hallaron en el Consell, gobernado entonces por la izquierda. En esta historia, pudo más la perseverancia y el empeño de la familia de Vitoria, que contó desde el primer día con el apoyo de la alcaldesa Misericordia Sugrañes, pero se vio obligada a esperar la llegada, en 2011, de Santiago Tadeo a la presidencia de la institución insular para emprender sus inversiones menorquinas.
Desbrozaron los terrenos, descubrieron los secretos del marès, la banyadura, las elevadas humedades y los vientos que moldean el paisaje de la Isla para singularizar el sabor del vino de Torralbenc. El agroturismo fue una realidad en 2013, mientras que el primer vino de las bodegas de Alaior no vería la luz hasta 2016.
Koldo Urtasun, que superó con estoicismo los contratiempos, es el propietario de Remírez de Ganuza, el hotel Akelarre, en San Sebastián, y Torralbenc, que hoy cuenta con 16 hectáreas de viñedo, diez tipos de uva y produce tintos, rosados y blancos. César Palomino dirige estas bodegas que son la historia de un sueño al que Menorca dio la espalda y después transformó en realidad.