Menorca llevaba demasiado tiempo esperando. Diez años han pasado desde que el tramo de Rafal Rubí, en la carretera general Me-1, quedó a medias, atrapado entre excusas políticas y promesas vacías. Mientras tanto, miles de menorquines seguíamos jugándonos la vida cada día en cruces peligrosos, con curvas sin visibilidad y accesos improvisados.
Ahora, por fin, algo cambia. El actual equipo del Consell insular ha aprobado el proyecto que devolverá la dignidad a este tramo clave de la Isla. Se invertirán 6 millones de euros para transformar este punto negro en una carretera segura, moderna y respetuosa con nuestro patrimonio. Porque sí, se puede proteger nuestras raíces sin renunciar al progreso. Y lo más importante: merecemos una carretera con el menor número de víctimas posible. En Rafal Rubí, por desgracia, ya se ha llegado demasiado lejos.
Se nota que no es una decisión tomada a la ligera. Detrás hay trabajo serio, informes técnicos, medioambientales, patrimoniales… y también respaldo jurídico. Quiero destacar algo que es fundamental y que entre tanto anuncio puede haber quedado en un segundo plano: un informe legal advierte de que no hacer esta obra, o hacerla mal, puede tener consecuencias para los responsables públicos. De esta forma, entidades y satélites ‘sociales’ de la izquierda menorquina se lo pensarán dos veces antes de tomar decisiones políticas y sin cabeza. Esta vez se actúa con responsabilidad, con criterio y, sobre todo, con valentía.
Lo más triste es pensar en todo el tiempo perdido. Ocho años de gobiernos de PSOE y Més per Menorca que no solo frenaron este proyecto, sino que dejaron escapar el convenio de carreteras con el Estado. Se esfumaron millones de euros mientras Menorca seguía atrapada en el pasado. Además, hemos tenido unas líneas amarillas pintadas en la única y principal vía de comunicación de la isla, normalizando una situación de obras permanente que en realidad han sido el reflejo de la pésima gestión de la izquierda en esta materia.
Pero hoy hay una nueva dirección. Se piensa en las personas. Se construye futuro. Porque una carretera no es solo asfalto: es seguridad, es conexión, es desarrollo. Y por fin, Menorca empieza a recorrer el camino que merece.