La semana santa tiene, a mi modo de ver, varias maneras de interpretarse y, por supuesto, de disfrutar de esas fechas tan señaladas. Para mí tengo esos días como la máxima expresión de la vida, pasión y muerte en la cruz del Mesías. La pasión de Jesús se adentra en el espíritu del mundo católico. En España conmemoramos aquellos hechos con los pasos que sacan las procesiones, algunos de Valladolid, Sevilla, Madrid o Toledo, entre otros sitios, son de una imponente belleza escultórica, con trabajos realizados por los más destacados imagineros: Salcillo, Juan de Mesa, Alonso Martínez, Juan de Astorga, entre otros no por eso de menos valía. Pero miren, qué quieren que les diga, después de haber tenido la dicha de ver algunas procesiones en Andalucía, en el Levante, en el centro de la meseta y con esos pasos de la Virgen Dolorosa en Madrid o Jesús de Medinaceli y el austero paso del Cristo de los Alabarderos saliendo del Palacio Real, después de todo ese esplendor guardo un recuerdo muy vivo de una procesión de un solo paso de un pequeño pueblo de la España vaciada. Con aquel único paso iba solamente un sacerdote y una docena de personas, quizá alguna menos, que procesionaban el único paso que tenían en su humilde iglesia.
Nada que ver con las multitudinarias aglomeraciones para ver las más renombradas procesiones de esa Semana Santa donde las calles procesionales huelen a cantueso, a romero, a cera, que como lágrimas van llorando las velas hacia el suelo cuando se van consumiendo acompañando los pasos que van dejando en su lento transcurrir los ecos de una saeta donde suena como una cacofonía la voz de Pastora Pavón.
La Semana Santa española, milenaria de tradiciones y de peticiones, que a veces se cumplen y a veces no, en cuanto las más rancias tradiciones de esos días, algunas me han llamado siempre la atención, por ejemplo la que se da en Ponferrada (León), donde una persona ataviada con una túnica negra y capirote1 del mismo color que lleva una campana en la mano que de tanto en vez hace sonar mientras discurre por las calles de la ciudad, avisando de que da comienzo la Semana Santa.
Tradiciones de Semana Santa las hay para todos los gustos, como esa del domingo de Pascua de colgar los judas (los bujots) a los que luego se les prende fuego. En Ciutadella (Menorca) se cuelgan varios judas a los que luego se les elimina a tiros de escopeta (no quiero poner ejecuta que suena muy fuerte). Que yo sepa puede que solo sea en Menorca donde se tiene esta costumbre tan arraigada como pintoresca. No quiero dejarme en el tintero lo de algunos singulares cofrades y los privilegios que les otorgaban «por ser vos quien sois». Así por ejemplo señalaré a Carlos III, rey de España, que en el año 1762 la Hermandad del Silencio le otorga el título de Hermano Mayor Honorario. El rey emérito, nombrado hermano mayor de varias cofradías, cofradía de las Siete Palabras, Cigarreras. En 1984, la de las Siete Palabras, le otorga la medalla de oro. La reina doña Sofía pertenece también a varias cofradías de las que destacaré las Siete Palabras y la de la Macarena. Franco, en el año 1940, presidió la procesión donde procesionaba el paso del Santo Entierro. En 1974, la Hermandad de la Sagrada Cena le concede la medalla de oro y fue nombrado hermano mayor honorario.
(1). Capirote: datan del siglo XVII, viniendo a sustituir a las antiguas ‘capuchas’ planas por las que no era raro que el usuario fuera reconocido por su estatura, cosa que el capirote imposibilita.