Días de sol y de lluvia

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Nuestro paso por la vida es tan efímero que no nos basta para comprenderla, ni siquiera, muchas veces, para disfrutarla como se merece. Vivir, decía el malogrado Pau Donés, es urgente, pero no siempre la vida nos da las mismas oportunidades. No nos queda otra que tildar de azar, de mala suerte o de improviso algunas decisiones caprichosas del destino o de no se sabe muy bien quién o qué, para intentar encontrar una explicación que no tiene, que no encontramos y que, en muchas ocasiones no alcanzamos a entender.

La vida no es fea, por mucho que se empeñen en complicarse, es algo maravilloso, un privilegio para los que seguimos aquí ahora y para los que han disfrutado de un tiempo lo suficientemente amplio y lo suficientemente bueno como para encontrar esos maravillosos momentos que la llenan y la hacen única.

La vida no es fácil, porque si lo piensas, desde el mismo momento en que empieza arranca una cuenta atrás que nos afecta como si fuera nuestra fecha de caducidad. Y no solo se trata de cantidad sino también de calidad. Como dicen, «no es el tiempo que tienes, es lo que haces con él».

Y por delante nos queda una auténtica montaña rusa con sus subidones y la sensación de que somos invencibles e inmortales como si fuésemos capaces de tener el control de nuestras vidas. Luego vienen los bajones, las bofetadas en forma de realidad que nos recuerdan con excesiva crueldad que «ni de broma». Y somos víctimas, todavía más víctimas si cabe, de un animal desbocado que hace y deshace sin que nosotros podamos hacer mucho, sin que nosotros lleguemos a poder hacer nada.

Escribí en estas mismas líneas hace, lo que ahora mismo me parece una eternidad, que la vida no es esperar a que pase la tormenta, es aprender a caminar bajo la lluvia. Aunque caiga un chaparrón, de los que duelen en el alma y te inundan hasta las ganas de vivir. Aun así y bajo ese aguacero, caminar avanzando en la vida por nosotros mismos y por los que ya no están, por los que puede que no estén pero que nunca se habrán ido.

Ahora mismo me cuesta escribir que la vida, aun así, es maravillosa. Que, a pesar de todo, es maravillosa. Me cuesta y me duele, pero eso es porque no todos los días de lluvia llueve igual. Y al final, insisto, no es esperar a que pare de llover, es seguir aunque la lluvia no te deje ver el sol. Porque a veces, en los días de lluvia, el sol es como esas personas que, aunque no las ves, sabes que están allí. Para siempre. Por siempre.