Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

Sinhogarismo

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Parece que el alcalde de Palma, Jaime Martínez, se echa para atrás en algunas de sus aspiraciones más extremas en el caso del ahora llamado sinhogarismo, la indigencia de toda la vida. Recuerdo que hace tres décadas aquel personaje de tebeo que lideró Marbella durante años, el indescriptible Jesús Gil, se encontró al llegar a la alcaldía que la ciudad estaba llena de yonquis y eso, además de dar pésima imagen para los ricos a los que quería atraer y complacer, constituían un foco de conflictos y delincuencia. No se lo pensó dos veces y –se dice, quizá sea una leyenda urbana– los metió en un barco, les pagó el pasaje y los derivó a Ibiza. Claro, eran otros tiempos. Personajes grotescos como ese proliferaban y la cultura woke y la implosión de las ONG estaban aún muy lejos de aparecer para tergiversarlo todo.

Hoy las cosas son diferentes, hay que hablar con la boca cosida con alfileres, dar pasos con pies de plomo, autocensurarse a diario para no ofender o, incluso, cometer un delito de odio. Tal vez nuestro Martínez sufra algo de este temor que nos atenaza a la hora de soltar las verdades o, simplemente, describir lo que ven nuestros ojos. El caso es que lo que hace unas semanas era una invasión intolerable de caravanas convertidas en precarias viviendas, hoy se puede permitir. Incluso la ordenanza admite que alguien pueda dormir en la calle. Es decir, se aplaude, se bendice e incluso se incentiva una forma de vida que es claramente una desgracia para el que la padece y un deterioro alarmante para la sociedad que la acoge. No tiene fácil solución, desde luego, pero si se hace la vista gorda cuando son ciento cincuenta, que no se lleven las manos a la cabeza cuando se conviertan en miles.