Pau Faner
Pau Faner

Escritor

Les coses senzilles

Monos al volante

TW

Muchos conductores se transforman con las manos al volante. Fíjense que de manos a monos solo va una letra. El ciudadano más pacífico puede convertirse en un ogro cuando se encuentra en una situación estresante dentro del coche, y si otro conductor comete un error es capaz de mentarle la madre al más pintado, aunque nadie pueda escucharle (tal vez porque nadie puede escucharle). Dicen que los insultos al volante pueden ser una manera de desahogar la frustración y el nerviosismo, sobre todo en situaciones de mucho tráfico o cuando alguien comete una imprudencia. En esos casos uno podría convertirse realmente en un mono y arañar el entapizado del techo. Hay quien sugiere que todo eso se debe a una explosión de pánico ante el peligro. Uno se echa a gritar a troche y moche y se desinfla como un globo que pierde aire.

Noticias relacionadas

Parece que aparte del estrés y el enojo los conductores experimentan ansiedad ante situaciones comprometidas, y en ese sentido se llega al extremo de exponerse inútilmente, como si uno quisiera cargarse de adrenalina. Solo así se explica que se sobrepase con mucho el límite de velocidad en carreteras secundarias o que se llegue a cometer la locura de conducir en sentido contrario en autopistas. Curiosa criatura el ser humano. Es mucho más reconfortante conducir entre paisajes sugestivos, realizar largos viajes con calma cuando se dispone de tiempo y de dinero. Recrearse, aflojar el ritmo de cada día y reflexionar hasta el punto de dar con soluciones inesperadas a problemas y preocupaciones, porque las mejores ideas vienen cuando menos te lo catas y no cuando te sientas a pensar sesudamente en el trabajo.

De hecho, el coche puede ejercer de psicoanalista. Uno se va a dar una vueltecita y se dedica a despotricar de todo el mundo, del jefe abusón, de los impuestos abusones, del compañero abusón, de la sociedad abusona a base de exigencias sin cuento y de toda la pesca. El coche no se sonroja, no dice nada, calla como un muerto y… No, esto ya no es así. Ahora uno ya no puede meterse en el garaje y gritar a voz en cuello contra todas las dificultades de la vida moderna y todos los abusones porque el coche ya no es un ser insensible, sino que tiene oídos y pronto tendrá ojos y será inteligente y todo. Ahora uno ya puede hablar al coche, decirle «aumenta la calefacción», «llama a tal número», etc. Con el peligro de que cuando entre el aludido el coche pueda llegar a chivarse y decirle «este sujeto te ha puesto verde cuando tú no estabas».