Les coses senzilles
Monos al volante
Muchos conductores se transforman con las manos al volante. Fíjense que de manos a monos solo va una letra. El ciudadano más pacífico puede convertirse en un ogro cuando se encuentra en una situación estresante dentro del coche, y si otro conductor comete un error es capaz de mentarle la madre al más pintado, aunque nadie pueda escucharle (tal vez porque nadie puede escucharle). Dicen que los insultos al volante pueden ser una manera de desahogar la frustración y el nerviosismo, sobre todo en situaciones de mucho tráfico o cuando alguien comete una imprudencia. En esos casos uno podría convertirse realmente en un mono y arañar el entapizado del techo. Hay quien sugiere que todo eso se debe a una explosión de pánico ante el peligro. Uno se echa a gritar a troche y moche y se desinfla como un globo que pierde aire.
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