Tribuna

Triple

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Pablo Iglesias lanzó el micro de Vito Quiles como si fuera un lanzamiento de tres puntos al borde de la bocina. Pero pongamos las cosas en perspectiva. Vito Quiles es un pobre diablo, toca narices, sin gracia, que usurpa la función de los auténticos profesionales aunque él mismo se catalogue como un abanderado de las causas justas.    Nada más lejos de la realidad. Cualquier acto de violencia gratuita no debe ser enaltecido, pero no hablo del gesto de Iglesias sino de la violencia que ejerce Vito al micrófono cuando acosa a la gente.  Porque de eso se trata: de acosar en plena calle y en soltar bulos a diestro y siniestro que cuentan con un amplio número de seguidores como antaño los tuvieron otros comediantes. Su modo de editar luego sus vídeos, recortando todo aquello que no interesa pero que ha sucedido, y dejándolos bajo mínimos para alabar sus proezas de interrogatorio de la gestapo, no evidencian más que una violencia solapada que sin dudas se trata del fascismo en su grado máximo.

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Iglesias, y otros antes, con su gesto espontáneo, o tal vez no tanto porque parece que se ha levantado la veda contra el micro de Vito, hizo lo que muchos piensan pero no se atreven a llevar a cabo. No fue una agresión como les gusta a estos mequetrefes proclamar a los cuatro vientos, tan machotes para denostar a los más débiles, mujeres, inmigrantes, desahuciados, etc, y tan poca cosa cuando se trata de micros al aire, fue simplemente la reacción de alguien que ya está harto de un escenario que constantemente lo pone a prueba. El vuelo del micro fue un triple y un acto de sinceridad que quedará como una simple travesura pese a la exhibición mediática. El «no me di cuenta de lo que hacía» suena a burla relajada que enmascara su ironía. Nos guste o no, esa fue una muestra de autenticidad en un entorno, el de Vito Quiles, que se reduce a discursos vacíos de lo populacheros que son. La política también debe ser real y esa es una lección que muy pocos se atreven a dar.