Juan Franch
Juan Franch

Profesor de la UIB

Sin papa

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Un mundo sin papa en un momento más que necesario, aunque las iglesias estén vacías y Francisco no haya conseguido remontar el absentismo en lo que no es la periferia y siempre ha sido el bastión del catolicismo. No obstante, la Iglesia todavía tiene un poder fáctico muy notorio y en las alabanzas al jesuita que vivió como un franciscano (oxímoron que nunca lograré entender) queda claro que el centro de poder más antiguo sigue todavía pesando mucho. No puedo ni pretendo comentar la cuestión papal después de lo que han dicho tantos analistas y conocedores del Vaticano, pero sí debo recomendar la película «Cónclave» y dos series del imprescindible Paolo Sorrentino donde el Papa y Roma son los protagonistas. Cuando la actualidad y la deriva del planeta demuestran que la ficción supera todo lo previsible es la hora de decidir si la tradición salvará lo presente o si lo que procede es un reset tan intenso que tal vez no reconozcamos ninguno de los principios y valores que nos han llevado hasta aquí. Es cierto que estamos absolutamente perdidos y que el papa se ha esforzado en ser luz y puente en unos momentos de tenebroso distanciamiento. Es llamativo que le gustara un fútbol que también se ha vuelto totalmente indecente y desarraigado con jugadores excesivamente caros y totalmente alejados de las canteras y las poblaciones que representan. Porque una de las virtudes que sí tenía el fallecido Pontífice era aquella necesaria percepción de ser, o al menos parecer, uno de nosotros. Esa proximidad y cercanía que no tiene que ser física cuando la vida nos discurre en las pantallas pero que se percibe desde el cariño, la comprensión o el esfuerzo por acercarse a las preocupaciones ajenas. Esa es una de las grandes lecciones del argentino, esforzarse por estar cerca de aquellos que son los olvidados de la sociedad y ante los que no nos paramos cuando transitamos por unas calles donde cada vez hay más mendicidad y dramas personales. Lo lamentable es que tenemos los medios para intentar solucionarlo y la alta demanda de trabajadores debería permitir insertar laboralmente y dignificar en lo personal a muchas personas que en este momento se sienten descarriadas y perdidas. Por ello me ha sorprendido esa cruz con la figura del buen pastor del que tanto me hablaron los jesuitas de Palma antes de desmantelar lo que fuera la morada del santo Hermano Alfonso Rodríguez que tanto inspiró a Jorge Bergoglio. Otro de esos muchos hechos que no entenderemos porque la naturaleza humana y nuestra propia existencia siguen siendo grandes desconocidas para todos nosotros. Cobran nuevamente valor los ejercicios espirituales ignacianos de soledad que, a menudo, practicaba el fallecido pastor. Para cuidar del rebaño hay que saber alejarse de él. Un rebaño que obviamente no quedará abandonado y que pronto tendrá un nuevo líder. Ojalá el Espíritu Santo ilumine la votación porque bien sabemos que si los líderes megalómanos y egocéntricos aumentasen el camino acabará en un mal destino.