Melancólico Primero de Mayo

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El trabajo ya no es lo que era, ni basta para ganarse la vida y el pan, por lo que tampoco la fiesta de los trabajadores, uno de los escasísimos festivos no religiosos del calendario, se parece a lo que fue cuando trabajar, esa maldición divina, significaba también muchas otras cosas. Dignidad, derechos laborales, jornada de ocho horas, etc. El Día Internacional de los Trabajadores, el Primero de Mayo que se celebra en casi todos los países (en EEUU no), todavía conmemora esas cosas, pero tiene un aroma a siglo pasado muy melancólico, dulzón como de frutas demasiado maduras, y aunque las concentraciones y manifestaciones siguen reivindicando lo de siempre (mejor sueldo, menor jornada laboral), la fiesta tiene un tufillo ritual y nostálgico más parecido a las procesiones de Semana Santa que a los entusiasmos del movimiento obrero.

Pero he dicho que la de hoy no es una fiesta religiosa y me corrijo, porque el impulso universal se lo dio el papa Pío XII en 1954 dedicando el festivo 1 de mayo a San José Obrero, y como el trabajo ha pasado de maldición bíblica a bien escaso, casi un privilegio, y no hay sindicatos de desempleados y precarios, la propia palabra trabajadores suena tan anticuada como un padrenuestro. Y más anticuada parecerá cuando las máquinas inteligentes (la IA) ocupen más puestos de trabajo, y el Primero de Mayo se convierta en una celebración simbólica, como todas las demás. No hay trabajo para todos, ni siquiera para todos los emprendedores que se lo inventan, y la economía no se puede permitir el lastre de los trabajadores, los negocios mejoran con los despidos.

El problema es que todavía no nos cabe en la cabeza que la tan profetizada y futurista civilización del ocio, en la no haría falta trabajar tanto, ya está aquí y era esto. No nos hemos dado cuenta porque trabajamos más que nunca, y por un menguante estipendio. ¿Y cómo puede ser tal paradoja? Ah, ni idea, no sé nada de economía ni de negocios, menos aún de finanzas. De paradojas sí, y me consta que cuando por fin casi tenemos la solución de algo, zas, surge la paradoja absurda. Trabajamos como mulas porque ya no hacen falta trabajadores. De ahí la melancolía de este Primero de Mayo.