Xerradetes de Trepucó

De Ciutadella a la Habana

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A principios de octubre de 1860, en Ciutadella continuaban las charlas del paso de la Reina Isabel, el rey consorte y séquito, sin dejar de citar la cantidad de gente que conllevó el desplazamiento de tan regias personalidades, jefes, oficiales, marinería, militares y servidumbre. Apenas asomado el sol por el levante, las mujeres ciutadallenques escoba en mano se disponían a limpiar su acera mientras iban comentando con sus vecinas. No debo olvidar al chiquitín Alfonso el cual años más tarde fue nombrado Rey de España, me refiero a D. Alfonso XII, nacido el 28 de Noviembre de 1857, no había cumplido tres años cuando visitó Menorca. Debiendo añadir al séquito sus amas al cuidado del bebé, mientras sus padres recibían honores, se embarcaban con la falúa real trasladándose a la Fortaleza de La Mola para su inauguración, según detalló espléndidamente la prensa del momento, con puntos y comas, más tarde recogió nuestro gran historiador mallorquín, Juan Llabrés Bernal, entre otros, que lamentablemente a la escritura añadieron importantes inexactitudes. Recomiendo la lectura del artículo del Menorca 28/2/2011 titulado «Desmontando la tesis de la falúa de la reina».

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Mientras las mujeres continuaban su labor de neteja, Ciutadella se iba despertando, en los casinos y tabernas de la población una espesa humareda de tabaco de pota, ofrecía un grato ambiente de pueblo. Alguien hizo correr la voz a los jornaleros, momentos antes de dirigirse a su trabajo, que a mediados de mes partiría del puerto rumbo a la Habana, el velero corbeta Ciudadelano de porte 285 toneladas, su capitán don Juan Moll, admitiendo fletes de un resto de palmeras y pasajeros para los cuales ofrecía las comodidades apetecibles, despachándose en la misma ciudad en casa de don José Sancho, domiciliado en la plaza Nueva.

Nada extraño que los hijos de aquella hermosa Ciutadella, agrícola y zapatera entre otros destacados oficios como, por ejemplo, grandes maestros, destacados herreros, emigraran a otras ciudades en busca de un mayor bienestar, donde poder criar con una mayor calidad de vida a la familia, especialmente a sus hijos. Mientras en casinos y otros lugares las señoras exhibían lujosos boatos, joyas y alhajas, vestían sedas, mientras el pueblo pedía un trabajo y un sueldo digno.