Con otra mirada

Agricultura ecológica, un compromiso con el planeta

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El pasado 16 de abril asistí a una tertulia organizada por el Ateneo de Maó sobre la producción ecológica de aceite de oliva en Menorca. Me interesaba conocer las intervenciones de Josep Mª Quintana y Enric Picanyol, dos emprendedores que han sabido diversificar el campo menorquín apostando con valentía por la agricultura ecológica y la denominación de origen del aceite de oliva.

Menorca, como Reserva de la Biosfera, posee un entorno privilegiado donde el olivo silvestre —el acebuche, madre de todos los olivos— ha estado presente desde tiempos inmemoriales. Basta con seleccionar las variedades más adecuadas al clima y al suelo de la Isla para fortalecer aún más nuestra identidad como territorio comprometido con la sostenibilidad.

En el conjunto del Mediterráneo existen cientos de variedades de olivo. Solo en España se han catalogado más de 500, y unas 24 se utilizan de forma predominante para aceite y aceitunas de mesa. En este contexto, el cultivo ecológico gana terreno: más de 225.000 hectáreas en nuestro país se destinan ya a este modelo respetuoso con el medioambiente.

Una referencia fundamental en este proceso ha sido la entidad CAAE-Ecovalia, pionera en la certificación ecológica a nivel internacional. Con más de treinta años de trayectoria, esta asociación agrupa a más de 17.000 profesionales del sector agroalimentario y representa hoy una garantía mundial de compromiso ecológico y sostenibilidad.

Conozco de cerca su trabajo. Desde los inicios del colectivo, he seguido el camino de Paco Casero, figura clave en la consolidación de esta visión transformadora. Fueron muchos años de lucha para convencer al sector agrícola de que el futuro pasaba por la producción ecológica, la certificación y el cumplimiento de los objetivos del Pacto Verde Europeo y los ODS de Naciones Unidas. En España, esta hoja de ruta se ha concretado con la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, que impulsa medidas como la digitalización rural y la apuesta por la agricultura ecológica.

Menorca también tiene historia en la producción de aceite, aunque a veces resulta difícil documentarla. Tras la conquista de Alfonso III, la Isla quedó deshabitada y sufrió un auténtico genocidio: gran parte de la población andalusí fue esclavizada y vendida. La posterior repoblación trajo consigo un nuevo sistema feudal, y muchas actividades agrícolas quedaron en la sombra de la historia.

Sin embargo, se ha documentado la existencia de una variedad de olivo autóctona, la Blanqueta, poco conocida y casi desaparecida. No se utilizaba para el consumo, sino para obtener un aceite limpio, sin humo, ideal para lamparillas y usos litúrgicos. También conocida en el Levante español e Italia, esta variedad es parte del patrimonio agrícola que merece ser recuperado.

Mi interés por la agricultura y ganadería en la historia de España, especialmente durante el periodo islámico, nació al leer a Ibn al Awam, un agricultor sevillano cuyos textos (siglos XII-XIII) son fundamentales para entender el desarrollo agrícola de la época. Comprender la historia económica ha sido para mí clave para interpretar la historia política. Obras de autores como J.N. Higarth, David Abulafia, Vicens Vives, Carlo M. Cipolla, Michał Kalecki, Nikolái Vavílov o nuestro querido Pepe Esquinas han sido fuentes constantes de reflexión.

Con todo este bagaje y siguiendo la evolución del trabajo de Ecovalia, encuentro motivos más que suficientes para defender y reivindicar la agricultura ecológica como una respuesta urgente y necesaria.

¿Quién iba a decir, en los años sesenta, que aquel joven andaluz que llegó a Maó con alegría, humildad y ganas de integrarse se convertiría en un referente de la agricultura ecológica? Ese era Paco Casero. Hoy España es el mayor productor de Europa con más de tres millones de ha. dedicadas al cultivo bio, que es lo mismo que decir a nivel mundial. Todo lo podemos comprobar con el logotipo de la Eurohoja presente en todos los productos.

Por eso me alegra haber asistido a esta tertulia, para escuchar de primera mano el camino recorrido por quienes hoy lideran una transformación necesaria en el campo menorquín. Una transformación que no solo garantiza el futuro del sector, sino también nuestra salud, nuestro entorno y nuestra cultura.

Mi reconocimiento a las familias de Onofre Gonyalons y Biel Barceló, por su compromiso y labor ejemplar. Fueron semillas con auténtica certificación.