Avisos para navegantes

Hacia un gobierno maduro

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No va a quedar dónde esconderse. La política va convirtiéndose en la gran transmisora del virus de la estupidez y parece estar consiguiendo llevar hasta los últimos rincones el contagio de sus peores defectos: su fanatismo, su inconsciencia y su ineficacia. Hemos asistido estas pasadas semanas al espectáculo bochornoso de la incapacidad de determinar (o simplemente confesar) las causas de un problema técnico en nuestro sistema eléctrico, hemos terminado de constatar la fragilidad de nuestro sistema ferroviario con una enésima detención de las vías de alta velocidad, hemos escuchado a nuestros gobernantes ahogarse en un vaso oceánico de datos y propalar rumores sobre ataques y sabotajes mientras hacían manifiesto su profundo desprecio por una ciudadanía infantilizada a la que no merece la pena rendir cuentas: no votará atendiendo a su propio interés, lo hará pensando en molinos y gigantes.

Pleno del Congreso

HACE DEMASIADO TIEMPO que entregamos a los niños las llaves de los palacios y, lógicamente, estamos cosechando todo un surtido de reacciones infantiles ante problemas serios y reales: pataletas, acusaciones cruzadas, insultos y balbuceos.

Esta semana debería haber quedado claro, hasta para los más obtusos y   recalcitrantes, el hecho de que las sociedades no pueden ni deben hacer dejación de sus obligaciones en nombre de una pretendida capacidad política de resolverlo todo en todos los asuntos. La continuada regulación de toda novedad emergente o la conversión de ideas, conceptos y criterios en departamentos administrativos han probado suficientemente su ineficacia, su voracidad burocrática y su carácter de meros trampantojos que permitan suponer que algo se está haciendo en temas donde, en realidad, no se hace nada y en los que nadie espera que se consiga absolutamente nada.

La transformación de nuestras administraciones en entes monstruosos por medio de denominaciones abstrusas -Transición Energética por Energía o Movilidad Sostenible por Transporte- ha demostrado estas últimas semanas no sólo la falta de efectividad real sino, además, lo peligroso del enorme laberinto en el que se desarrolla la actividad de nuestros gobernantes. La tentación de la emergencia y su consecuente demanda de poderes, la costumbre de señalar en otra dirección, la búsqueda de culpables ajenos a los responsables de que las cosas funcionen y la creación de nuevos problemas sociales arbitrarios y gratuitos, demuestran responder únicamente a meras servidumbres políticas de conservación del poder y empiezan a resultar insoportables para el ciudadano de a pie.

NUESTRO GOBIERNO, cada día más maduro, nos encamina por la peligrosa senda que nos conducirá a un «Ministerio para el Poder Popular para la Energía Eléctrica» como el que    tiene que aguantar el sufrido pueblo venezolano. Nuestro gobierno, cada día más maduro, ha decidido prescindir de la rendición de cuentas en nombre de causas tan sacrosantas como inexplicables. Nuestro gobierno, cada día más maduro, nos acusa de negacionismo y derechización si pretendemos conocer los motivos y las consecuencias    de nuestros problemas. Nuestro gobierno, cada día más maduro, practica con nosotros el populismo, la desinformación y la tiranía en nombre del combate contra estos mismos males. Nuestro gobierno, de tan maduro, debería caer ya.