En pocas palabras

A veces te pierdes

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Cuando los titulares de los medios de comunicación te dan noticias desagradables hasta el punto de enfriar ese café con leche matutino, cuando a la hora de comer las cadenas televisivas te pintan todo de color rojo, sin espacios para intercalar alguna pincelada de color azul cielo o verde esperanza y acabas con una pesada digestión porque hay cosas que no deseas tragarte, solo te queda la opción de desconectarte y huir velozmente en busca de nuevos escenarios, dar con algún callejón sin salida y esconderte tras esas enormes cajas de cartón que alguien depositó como si te estuvieran esperando. Entonces miras el reloj, suena tu teléfono y el tiempo se detiene para darte la posibilidad de encontrar al otro lado    una voz amiga que te ayude a salir del bache.

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Se estaban preocupando por ti, nadie sabía dónde estabas y por qué habías desaparecido de repente, nadie, solo tú sabías la razón pero no estabas dispuesto a desvelarla porque si lo hicieras te iban a tachar de cobarde o de loco, porque la cobardía sabías que a muchos los había vuelto locos y que muchos locos preferían ser tachados de cobardes. Te levantas y sales de detrás de esa enorme caja que te había servido de escudo y escondite de tus miedos, es una caja algo deteriorada que ha debido de pasar por muchas manos y bastantes pies. En una de sus caras solo una pegatina algo desprendida en la que se lee «frágil», vamos, te dices por dentro, tan frágil como yo y no sabes si eres tu quien dio con esa caja o fue ella la que dio contigo.