Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

El rayo verde

Retorcido

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Cuando murió el papa Francisco, la Iglesia ordenó que en sus funerales tuviera cierto papel un grupo de transexuales a los que él había apoyado en vida. Yo no pude dejar de preguntarme la justificación teológica o espiritual de esa postura del fallecido Pontífice respecto a un asunto que, en general, levanta ampollas entre los más creyentes. Los católicos -y cualquiera que cree en la existencia de un dios omnipotente- dan por hecho que su dios es infalible. Es decir, no puede equivocarse, su creación es siempre perfecta. O sea, que si alguien nace así o asá es obra divina, no puede tener ningún defecto, así es como debe ser. En ese caso, la existencia de personas trans puede leerse desde dos ángulos: uno, el que a menudo utilizan ellas, es que «nacieron en el cuerpo equivocado», cosa completamente imposible si uno cree en Dios, pues él no se equivoca; otro, que esa transformación de su cuerpo es también obra de Dios, por lo tanto nadie puede ponerle pegas y debe aceptarse. De modo que, si la Iglesia cree realmente en lo que dice, no puede excluir a nadie, porque todo y todos son hijos y obra de su creador, por lo tanto perfectos así como son. He recordado esta reflexión al leer que el obispo Juan Antonio Reig Pla, que al parecer no ha entendido nada, dijo en una homilía que las personas con discapacidad arrastran una «herencia del pecado y del desorden de la naturaleza». Palabras durísimas, fuera de lugar e intolerables para cualquiera y mucho más para los creyentes. No quiero ni imaginar las creencias retorcidas que se esconden tras esa manera de pensar. ¿Solo los guapos, listos y buenos han sido creados por Dios? ¿Los demás son acaso hijos del demonio? Quizá este señor vive en el siglo XIII.