No sé si te habrá pasado a ti, pero a mí me da la sensación de que hay un porrón de gente hoy en día más preocupada en que sus mentiras parezcan verdades que no en decir la verdad o, como mínimo, no mentir. Parece como si estuviésemos en el patio de un colegio constantemente donde los de 5º A se gritan, se insultan y se hacen la puñeta con los de 4ºB en una especie de sin sinsentido que, al menos a ellos, se lo puedes achacar a la edad. Pero lo nuestro es peor…
Una de las prácticas más nocivas y tóxicas que hay hoy en día es la de poner la noticias en la televisión. Antes las marcaba la actualidad, ahora lo hace el interés. No el interés que tú puedas tener en verlas sino el interés en cómo contarte lo que está pasando. Hasta el más tonto sabe que hay tres tipos de verdad: la que le interesa contar a una parte, la que le interesa contar al de la otra parte y luego, con un poco de suerte, la que es de verdad. Con las mentiras pasa algo similar. En todas hay una parte interesada que las maquilla a su antojo y todas son verdad. Son verdad porque todas son mentiras, claro.
Ahora, cuando pillan a un mentiroso, en lugar de decir la verdad se escuda culpando a otros que han hecho algo similar antes como si eso lo justificara, lo transformara en inocente o convirtiese una mentira en una verdad. Un mentiroso de hoy en día, para seguir con el ejemplo, no agachará la cabeza humillado cuando lo pillan. Puede que hasta suba el tono de voz y la intensidad de sus excusas convencido de que él no ha hecho nada malo. Que el problema lo tiene la verdad que no gusta tanto como una mentira y que por eso, a esa verdad, hay que adornarla una ‘mijilla de na’.
Te diría, incluso, que en según qué grupos está mejor visto el que miente que no el que dice la verdad. No te hablo del que te miente por compasión -no toda la ropa queda bien y no todas las ideas son buenas- me refiero al que te miente por convicción. El que, si puede, te la mete doblada. Y la mentira, también.
Por eso la verdad está de capa caída. Ya no interesa la verdad. Por mucho que algunos la persigan, son más y hacen más ruido los que están cómodos en la mentira, hasta el punto de atosigar con más dureza a los que persiguen la verdad que a los que defienden la mentira. Y así nos va, que la mitad de lo que nos dicen no es cierto y la otra mitad es falso.
Qué sano sería recuperar el tiempo de la verdad. Aquella época en la que podíamos estar mucho más relajados porque la mentira estaba en inferioridad y no se premiaba al portador.