Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

Sociedad

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La soledad es un problema contemporáneo. Hasta hace medio siglo el problema era el contrario: conseguir estar a solas en algún sitio. Las casas albergaban a familias numerosas en las que convivían al menos tres generaciones, siempre había ruido, trabajo, niños que lloraban y abuelas dando voces. En ese entorno, una persona sensible, solitaria, que pretendiera aislarse un poco del mundo se veía obligada a salir al campo y alejarse de los suyos para hallar la ansiada tranquilidad y silencio. El mundo ha cambiado de forma radical en pocas décadas y hoy resulta que algunos países ya tienen un Ministerio de la Soledad para hacer frente a la situación de millones de personas que se sienten solas, la mayoría ancianos, que seguramente vivieron una infancia y una juventud repletas de compañía. Eso de la soledad, como todas las emociones y sensaciones, requiere de cierto trabajo interior para aprender a manejarla y quizá los políticos destinados a ello puedan crear programas con ese cometido o buscar soluciones ingeniosas. ¿O no? Nunca se sabe.

En el Reino Unido existen más de nueve millones de personas que confiesan sentirse solas y, de ellas, doscientas mil revelan que no han hablado con nadie en un año. Se ve que ni siquiera van a la compra, al banco o al médico (me atrevería a pensar que son hombres). Así que, manos a la obra, el primer ministro Keir Starmer parece haber hallado la solución. Lo que toda la vida se ha llamado matar dos pájaros de un tiro. Ya que el país recibe al año unos cincuenta mil inmigrantes ilegales por vía marítima a través del Canal de la Mancha, la idea es sugerir a los británicos que se sienten solos que acojan a estos recién llegados en sus casas. No me digan que no es práctico.