Contigo mismo

Sánchez, Netanyahu y el misterio del calcetín

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E stimado lector:Ante todo una advertencia. Este artículo puede releerse modificando el género de sus protagonistas. Lo digo porque no deseo tener conflicto alguno con las hordas de lo políticamente correcto. De hecho, estas ya me han hecho sentir como un bicho raro por ser hombre, de raza blanca y heterosexual. Temo, incluso, que, un día, me disequen y me metan en una vitrina del ‘Ramis’ como espécimen en extinción...

Dicho esto, desearía comentarle algunos sinsabores de mi vida casera en la seguridad de que usted habrá vivido algo parecido. El primero sería, sin duda, el que produce ese super pegamento que, efectivamente, lo pega todo. Pequeño, pero matón. Uno puede tomar todas las precauciones habidas y por haber, pero inevitablemente acabará con dos dedos pegados. Aunque hay situaciones peores. Como la de Rogelio, un tío que vivía solo y al que encontraron muerto, adherido a la encimera, al cabo de tres meses. Por no hablar de asuntos más picantes. No se le ocurra utilizar ese cabroncete si cerca tiene una revista erótica. El azar querrá que se quede unido a ella. El mismo azar que hará que su mujer lo pille en tal tesitura... «¡Serás cabrón!».

¿Y qué me dice usted del misterio del calcetín? Cuando se hace la colada siempre se pierde uno. ¡No lo busque! ¡Es inútil! ¡Dese por satisfecho si no encuentra otro que no sea suyo!

Y luego está lo del aviso de un certificado de Correos que te han dejado en el buzón con la siguiente anotación: «Por no hallarse en casa». ¡Pero si no me he movido de ella! ¡Jodido cartero! ¿O será acaso el telefonillo? ¿Me estaré quedando sordo? ¿Tendré que ir urgentemente a una tienda de GAES?

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EL CUARTO PROBLEMA es el del vecino guarro del tercero que confunde mi patio de luces con el cubo de la basura. Si le llega a ocurrir eso a usted algún día, no se moleste en hablar con el susodicho guarro, ni con el presidente de la Comunidad, ni con la Administradora, ni con Trump (ese tío que arreglaba guerras en siete días, aunque nunca especificó de qué siglo). Obre de la siguiente manera: recoja lo que le ha tirado el cerdo, métalo en un sobre (a ser posible de plástico transparente) e introdúzcaselo en su buzón con la siguiente notita: «Mi padre me enseñó que tenía que devolver todo lo que no fuera mío…». ¡Mano de santo!

Dirá usted que hablamos de banalidades, pero desde el momento en que un presidente exige una investigación sobre el voto telemático en un concurso musical, pues… ¡Oiga! A mí me da la impresión de que lo que le jodió a nuestro Number One fue el hecho de que, tras su cartelito en contra de Netanyahu en Eurovisión, el pueblo español votara masivamente a la canción israelí, entendiendo el Presi –y con razón– que aquello había sido como una encubierta y simbólica moción de censura a su gestión.

Y es que, si algo no soporta Sánchez, es la crítica… La diatriba al actual gobierno israelí está plenamente justificada por la masacre vomitiva que ejerce en Gaza… ¿Pero en un festival? Sánchez hubiera podido escoger medidas de más altura, como la de cortar las relaciones diplomáticas y comerciales (incluidas las de orden bélico que, pese a las apariencias, aún perduran) con Israel. Pero eso lo hacen los hombres de estado y no los que están aferrados (¡hablando de pegamentos!) al poder de forma enfermiza y amoral…

¡Uf! ¿Lo ve? ¡Ya nos hemos vuelto a poner serios! ¡Y es que no hay manera! En fin: he de dejarle. Tengo que seguir buscando un calcetín…