Avisos para navegantes

Conexiones, enchufes y ladrones

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Ya le va cogiendo uno el tranquillo a esto de la corrupción. Gracias a la diversidad de propuestas, formatos y ejemplos que nos han ido siendo proporcionados por nuestras distintas administraciones en los últimos tiempos, se va uno haciendo una culturilla sobre el tema. No nos confundamos, esto de la corrupción es más viejo que el andar a pie y ya sesudos legisladores griegos y romanos estuvieron dándole vueltas al asunto sin llegar a ninguna parte; aunque siempre se encuentre algún pequeño resquicio de novedad, alguna variación o innovación sorprendente. Cada nuevo caso representa alguna aportación, por mínima que sea,    a nuestra siempre progresiva historia de la infamia.

En cualquier caso va quedando claro que todos ellos siguen una pauta común. Primero la sorpresa e incredulidad: «¡No puede ser! ¡No me lo dices en serio! ¿Pero cómo van a poder hacer eso?». Este primer estadio es cada vez más efímero porque vamos haciendo callo y, en realidad, depende exclusivamente del segundo. Segundo peldaño: la polarización. «¿Es de los nuestros o de los suyos esta vez?» (A) De los suyos: «Sinvergüenzas, caraduras… Ya sabíamos que esto iba a pasar. ¿Qué podíamos esperar de una gente así?» (B) De los nuestros: «Nada ha sido probado, atengámonos a la presunción de inocencia; hay muchos intereses implicados».

Aunque parezcan un poco menores, en estas primeras respuestas ya viene a estar condensado todo lo que la ciudadanía sacará en claro del caso concreto que se trate y, por otro lado, avanzan lo que continuará en el punto tercero. Tercero, la polarización: «Somos inocentes víctimas de unas acusaciones infundadas». Para los nuestros todo se tratará de ventiladores de la calumnia, de máquinas del fango y de un abandono deliberado del mínimo fair-play político en nombre de oscuras conjuras y malvados contubernios. Para los suyos el caso también estará claro: «Robo a mano armada con    agravantes de nocturnidad y despoblado».

Acto cuarto, en los tribunales. «Es mero acoso judicial». «Se persona la acusación particular». «La investigación policial no ha arrojado nada determinante». «El fiscal está conduciendo la defensa». «Es un auto prospectivo basado en indicios». «Todo ha quedado probado». «Las pruebas son servilletas de papel». «Esto es un linchamiento». En fin, un guirigay infinito del que usted no sacará nada en limpio y cuyo resultado oficial no le llegará hasta después de los actos finales. En los últimos actos poca cosa: algunas penas, mucho olvido y algo de un propósito de enmienda burocrático consistente en añadir tres o cuatro firmas a documentos de intenciones.

Hasta ahora la obra solía incluir algunas sonadas dimisiones e incluso caídas de gobiernos, pero para los nuevos guionistas, lejos de ser estas una parte fundamental de la trama, resultan escenas prescindibles; así que no cuenten necesariamente con ellas. Con lo que sí pueden contar es con que esta será solo una ocasión más y, desde luego, no la última. Si seguimos confiando toda la complejidad extractiva y gestora necesaria para un inmenso estado del bienestar en manos de quienes sabemos que no servirían para arbitrar un partido de colegiales con un mínimo de imparcialidad, no podemos esperar otra cosa.