Santiago Barro
Santiago Barro

Informático

Zona TIC

La muerte del júnior eterno

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De todas las noticias sensacionalistas sobre Inteligencia Artificial que circulan por los medios, hay dos que se llevan la palma. La primera, mi favorita aunque completamente absurda, que la IA tomará conciencia y decidirá freírnos a todos al más puro estilo Skynet, y la segunda, que nos dejará a todos sin trabajo. Aunque esta última suena igual de catastrofista que la primera, también es extremadamente exagerada, aunque lo cierto es que la IA sí está redibujando el panorama laboral. Me explico.

Los programadores hemos sido de los primeros que más rápidamente hemos aceptado e incorporado con entusiasmo la IA en nuestro trabajo. Pero incorporarla de verdad. No se trata de que me sugiera cómo acabar un email, me genere imágenes para una presentación o me dé ideas para montar un negocio de croquetas veganas. Eso está muy bien, sí, pero no deja de ser IA de andar por casa. Me refiero a un impacto real y mucho más profundo. Un cambio estructural.

Estamos hablando de cómo la IA ya está impactando en nuestros procesos productivos y está transformando nuestras empresas.

A diferencia de lo que muchos supuestos «expertos» periodistas piensan, la habilidad principal de un buen programador no es escribir código rápidamente. Es pensar. Analizar. Resolver. Tomar decisiones. De hecho, el escribir código, muchas veces es nuestro mayor cuello de botella ya que tenemos claro lo que queremos hacer, pero nuestras manos tienen la limitación física de no poder ir más deprisa. Llámeme friki, pero estoy convencido de que no es más feliz el que más tiene, sino el que menos código escribe.

Y es aquí donde entra en juego la IA. A medida que vamos escribiendo código, entiende lo que queremos hacer y sugiere soluciones antes de que las escribamos, volviéndonos extremadamente eficientes. Resultado: Mayor productividad por programador.

Además, la IA ha sido entrenada con cientos de miles de programas anteriores, por lo que puede ocurrir que en ocasiones la solución propuesta sea de una mayor calidad incluso a la que habíamos pensado inicialmente. En cierta medida, estamos conversando con todos los programadores que nos preceden y que alimentaron a la IA. Llámeme romántico de la programación, pero creo firmemente que programar no es solo construir el futuro, es también dialogar con el pasado.

Resultado: mayor calidad del producto final.

Ahora bien, puede que piense que esto significa que a los programadores nos quedan dos telediarios antes de ser sustituidos por una IA. Pero nada más lejos de la realidad. A los programadores la IA nos está ofreciendo una oportunidad única: aumentar la productividad, sugerirnos soluciones de mayor calidad y centrarnos en resolver problemas más complejos en mucho menos tiempo.

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Pero ahora llega el momento incómodo, ¿qué pasa con los júniors? Por si no está familiarizado con el término, se considera júnior al programador que está dando sus primeros pasos, con poca experiencia práctica y todavía en proceso de afianzar sus conocimientos y habilidades. A diferencia de los séniors, que suelen tener una visión global del desarrollo y pueden    tomar decisiones técnicas complejas con autonomía, los júniors necesitan más acompañamiento, revisión y mucho café.

Pues bien, en un principio, los júniors deben ver a la IA como un enorme aliado para convertirse en sénior en el menor tiempo posible.

Porque, hasta ahora, existía en muchas empresas una figura bastante común: lo que yo denomino el «júnior eterno». Típicamente es un programador que no lo hace del todo mal. Hace lo que le dicen, no comete errores importantes y cumple con sus tareas, pero nunca termina de dar el salto a la autonomía. No cuestiona, no propone, no profundiza. Se acomoda en una zona de confort donde no aprende lo suficiente como para crecer, pero tampoco lo hace tan mal como para que lo echen. Y sigue así, durante años y años. Pues bien, siento comunicarlo: el júnior eterno ha muerto.

Las empresas, por supuesto, seguirán incorporando perfiles júnior. Pero lo harán con la idea clara de que deberán evolucionar hacia perfiles sénior en un plazo razonable, pero ya no habrá lugar para quien no demuestre evolución. Porque la IA ya es un excelente júnior virtual. Ya es capaz de cumplir con sus tareas de manera muy eficiente, y aunque sigue necesitando de la supervisión de un sénior humano, entiende el contexto y es capaz de generar código de calidad en segundos.

Y ahora, miremos a nuestro alrededor. Porque lo que está ocurriendo en programación es solo el tráiler de lo que viene en muchos trabajos administrativos.

Allí también hay rutinas, tareas repetitivas, cuellos de botella. Y también muchos júniors eternos.

La nueva era no es para quien sabe seguir instrucciones. Es para quien sabe hacer las preguntas adecuadas, para quien siente continuamente la curiosidad para aprender y deseo constante de mejorar.

Tal vez la verdadera disrupción no vendrá en realidad de la tecnología, sino de las personas que deciden superarse en lugar de acomodarse.