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El bulo

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El bulo1 en su etimología más a la mano no es otra cosa que una mentira, un infundio, una noticia falsa. En el honrado oficio de la política de hoy en día hay auténticos maestros en la fabricación de bulos que son usados sin pudor para socavar al contrario con afirmaciones ramplonas o barriobajeras, lo que importa es que el bulo actúe como guadaña cercenadora del buen nombre que se está dispuesto a mancillar llegando para ello a verdaderas tropelías. No son pocos los casos que por un bulo a más de uno/a, la justicia les ha tomado interés viéndose sometidos a tener que contratar abogados y procuradores. En el fondo, una acusación falsa puede venir del resultado de un bulo lanzado contra un político, donde la inmediata es la aparición de un juez que cual policía contumaz agarra el hilo a ver si este le lleva al ovillo. Hay bulos que con rapidez circulan por tertulias y barras de bar. Puede incluso suceder que en las pesquisas que promovió el bulo no aparezca lo que este anunciaba      pero sí otros hechos que permanecían «dormidos».

Un bulo puede llevar a una pareja o matrimonio al divorcio. El bulo de la infidelidad siempre fue muy utilizado, aguijoneando a un marido celoso que de por sí no necesita que le cuenten nada, con lo que se imagina ya tiene bastante para dormir mal.

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Cuando un mandatario político ha metido un «pie en un charco» (una gestión equivocada), los hacedores de bulos ven la tierra abonada para añadir carga culpativa creando una atmósfera intrínsecamente irrespirable y perversa. Algunos bulos son como un torpedo en la línea de flotación del barco que se quiere hundir; otros son simplemente una bajeza moral, ganas de hacer daño. Ya les conté en un artículo anterior que a mí me llamaron por teléfono para comunicarme compungidamente que mi hija había tenido un accidente muy grave cuando iba camino de la universidad; un bulo terriblemente cruel que me sumió unos minutos en la más absoluta desesperación. El año pasado me encontré un ‘nota’ en el hospital que al verme exclamó en voz alta «¡anda, si me habían dicho que te habías muerto!». La gente que estaba en la sala de espera me miró como si un servidor acabase de regresar del más allá.

Los bulos no tienen destinatarios específicos, desde el rey a su lacayo pueden verse envueltos en un bulo. La actual política va muy alimentada de toda clase de bulos. Noticias falsas de ordinario con el añadido o la guinda de la demanda judicial que al final se aclara que todo no era nada, pura ‘agua de borrajas’, pero el daño ya está hecho. Dice Luis García Montero: «Los emisarios de bulos acusan a los demás de falsificadores». Un bulo curioso fue aquel que le aseguraba al rey Luis XIV de Francia que las ulceraciones que el monarca tenía en la piel se debían a beber champaña por lo que pasó a tomar entonces un vino borgoñés, corriendo además el bulo de que los vinos gasificados provocaban la gota. En un famoso restaurante de San Fernando de Henares ya les dije en otra ocasión que un bulo propagó que entre la carne que se servía al público había carne de perro. El resultado fue que la gente dejó de ir y tuvieron que cerrar una temporada. O ese otro bulo afirmando que el queso cabrales lo elaboran introduciéndolo en un montón de estiércol, de ahí procedería su peculiar sabor y olor.

1 Bulo: la etimología de la palabra bulo es incierta, proviene del caló, la lengua gitana, donde el ‘bul’ significa porquería.