Tribuna
Residencias para mayores
Indignado! Esa es la palabra. Tengo a mi vecino indignado. Tiene más de ochenta años. Ha trabajado toda su vida y cotizado mensualmente durante cuatro décadas, pero no tiene donde caerse muerto -disculpa la alegoría- porque las residencias para mayores están colapsadas. Las públicas con listas de espera interminables y las privadas también llenas y con precios desorbitados. Mi vecino no tiene plaza en una residencia para mayores porque no hay plazas en las residencias para mayores, porque los gobiernos, con sus políticos a la cabeza, no tienen en cuenta a los mayores. Ni les importan, ni les interesan. «¡Qué mal! -dijo mi vecino-, he consultado a varias empresas que contratan personas que ayudan a los mayores y las más baratas me cobran el doble de lo que recibo de pensión. ¿Qué puedo hacer?» -Concluyó con lágrimas en los ojos-.
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