El milenario del monasterio de Montserrat

TW

Este monasterio benedictino se halla situado en la muy peculiar y maravillosa montaña de Montserrat, cuyo nombre hace clara referencia a su multitud de cumbres y de robustas elevaciones que a modo de pétreas y rotondas columnas que los rayos del sol embellecen o que también se contemplan envueltas u ocultadas por el lento o veloz paso de las nubes.

La peculiar belleza de estas cumbres y pequeños valles revestidos de una placentera vegetación parecía estar destinada a manifestar unos valores de superior calidad que despertarían una espiritualidad cristiana de elevada y poética intensidad, tal como la podemos descubrir en el genio literario y popular del sacerdote Jacinto Verdaguer que en su cántico el Virolay evoca una simbólica labor angélica sobre la santa Montaña donde dice: Amb serra d’or los angelets serraen / eixos turons per fer-vos un palau.

Existe un documento del siglo noveno que nos da a conocer que el conde de Barcelona Vilfredo el Velloso entregó al monasterio de Ripoll una capilla llamada de santa María que junto con algunas ermitas existían en la montaña de Montserrat, pero la presencia de una comunidad benedictina dependiente de la mencionada abadía sabemos que estaba establecida en la santa montaña en el año 1025 cifra que justifica la actual celebración de milenario de la presencia en Montserrat de la orden monástica fundada por el glorioso san Benito en el siglo quinto.

Montserrat en el siglo XII permanecía como dependiente del monasterio de Ripoll, si bien su prior solía tener la categoría de abad, y a principios del siglo XV logró una plena independencia. Por entonces había ya alcanzado un gran renombre como santuario mariano y meta de peregrinaciones que llegaban de diversas naciones. El santuario se caracterizaba por tener varias agrupaciones bajo la dirección del abad, como eran: los monjes, los ermitaños de vida solitaria distribuidos por las capillas esparcidas por la montaña, la escolanía de niños cantores de voces blancas y un considerable número de capellanes para atender espiritualmente a los peregrinos, por lo cual algunos de ellos eran conocedores de idiomas para ejercer el ministerio de la penitencia.

En la Edad Media surgió un movimiento de renovación espiritual en diversas órdenes religiosas y en cuanto a los benedictinos en España el monasterio de San Benito de Valladolid fue el centro de esta labor, apoyada por los reyes Fernando e Isabel, y que llegó a Montserrat. Aunque con la presencia de monjes forasteros se produjeron algunos problemas, resultó muy provechosa la actuación del abad don Gaénez de Cisneros, hombre distinguido por su santidad , sabiduría y comprensión, primo que era del cardenal de su mismo apellido,

En un libro escrito por este abad Cisneros, titulado «Ejercitatorio de la vida espiritual», parece reflejarse un indicio de la vida espiritual del santuario de Montserrat donde dice: «Vemos manifestarse que las personas simples no son de desechar de la vida contemplativa; pues vemos y vimos experiencia en los santos ermitaños y en algunas mujeres, que más aprovecharon en el amor de Dios por esta vida contemplativa, que no lo hacen muchos grandes clérigos y religiosos letrados» (cap. 32).

A pesar de las dificultades de acceso, Montserrat fue uno de los santuarios marianos de Europa más visitados y que puede compararse con los de Loreto Chartres, Le Puy, Rocamador, Eisleben o el de Guadalupe en Extremadura. Romerías colectivas de pueblos o instituciones, a veces realizadas para cumplir los votos hechos a raíz de gracias obtenidas, y que a veces se efectuaba vistiendo hábitos especiales. Contribuyó mucho a esta abundancia la fama de milagros o gracias recibidas, que con frecuencia quedaban recordadas en relatos escritos o en expresivos exvotos pintados con referencias a lo acontecido. Acerca de tales prodigios existe un escrito del abad de Montserrat Pedro de Burgos en el que se trata no solo de curaciones y de protecciones en dificultades diversas, sino también de conversiones o progresos espirituales, a lo cual contribuía la atención piadosa que recibían los peregrinos y a las frecuentes celebraciones, que se iban practicando, de tal modo que se reconocía que en Montserrat se llevaba a cabo como una laus perennis, o sea una «alabanza continua».

Muy numerosos son los santos que a lo largo de siglos han visitado devotamente el santuario de Montserrat, entre ellos san Juan Pablo II, y además muchos mártires de la persecución religiosa del siglo veinte en España, entre los cuales figuran 20 monjes del mismo santuario mártires que, junto con otros muchos fueron beatificados en Tarragona el 13 de octubre de 2013, al concluirse el año de la Fe.