Xerradetes de Trepucó

Pura casualidad

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Verdaderamente ha sido pura casualidad cuantos hallazgos he ido descubriendo sin esperarlo, ni tan siquiera soñarlo, pero sí desear cualquier día en cualquier lugar descubrir relatos, sucesos y acontecimientos acaecidos años atrás. Las ansias de conocer mi pasado me han llevado a infinidad de horas sentada en cualquier archivo o sencillamente hablando con gente mayor, enterándome de un pasado para mí, mientras el interrogado con tan solo contármelo se sentía feliz.

Si me preguntaran que explicara cuáles han sido los más extraordinarios, no sabría qué responder, a lo largo del tiempo habrán sido muchos y en el momento de recibir aquellas historias todas han tenido un recibimiento especial, de ahí mi gran afición a la investigación.

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En esta ocasión recuerdo, infinidad de datos curiosos, tras una ocupación se diría fácil, los ingleses se hicieron con la Isla por tercera vez en noviembre de 1798. De aquel largo listado de menorquines y ocupantes de nuestra ciudad explicando el porqué no abandonaban la isla, me quedé con la historia del carpintero de ribera, Gregorio Femenías, aludiendo a su debilidad y vejez. Siempre supuse que se trataba del padre de Sebastián Femenías, este a su vez lo era de Gregorio Femenías Riudavets. El tal Gori Femenías que en 1798 ya era un anciano, debió ser el abuelo paterno de los hermanos Jerónimo y Gregorio Femenías Coranti (1873-1939). Ambos fueron la cuarta generación dedicados a un mismo oficio. Menos Jerónimo que lo fue de carruajes en un almacén de baixamar, cercano al de su hermano, acreditado punto de uno de los mejores con que jamás contó tan prestigioso maestro de ribera.

Refiriendome a María Femenías Riudavets, hermana de los citados artesanos, añadir que casó con el constructor naval Jerónimo Tuduri de la Torre, del cual tanto habré escrito, no tan solo de la falúa Real que el pueblo regaló a Isabel II y con tanto orgullo la acompañó hasta la escalinata de los Griegos en La Mola donde su alteza inauguró la Fortaleza.

El matrimonio vivió en la plaza de San Francisco, 12 de nuestra ciudad. Siempre escuché lo que María Femenías Riudavets solía comentar: «Había sido nieta, hija, hermana, tía carnal y esposa de una de las más prestigiosas familias dedicadas a la construcción de embarcaciones, naves y buques».