Vergüenza, vergüenza

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Quizas leer cada día las mismas terribles noticias sobre lo que el género humano (?) es capaz de hacer o, aun peor, verlo en directo a través de los diferentes medios de que disponemos, ha logrado que no demos importancia a lo que día a día esta ocurriendo.

No shemos acostumbrado a terribles imágenes de civiles y soldados (todos ellos condenados) immersos en una locura genocida, gestada por mentes enfermas que nada ni nadie consigue detener.

Quizás lo que está sucediendo ha sido repetido muchas veces... pero como no lo veíamos nuestro cerebro y nuestra conciencia nos dejaba dormir... pero ¿ahora?... ¿cómo es posible que no salgamos cada día a chillar, a llorar, a manifestar nuestro horror? ¿Cómo es posible que no se pare esta carnicería?

Y no solo me refiero a lo que sucede en Gaza, o en Ucrania,... o en tantos lugares (más de 50 guerras en el mundo) sino también a esos lugares donde siguen matando a la desidencia o a quienes exigen vivir en libertad...! «Ah bueno!» dirá alguna alma enferma... cada país tiene sus costumbres, su cultura, su religión.

Pero ¿de verdad hemos decidido callar? ¿Ya no duele en lo más profundo de nuestras entrañas ver niños, mujeres, hombres mutilados, sangrando, muertos...?

¿Nos hemos acostumbrado a ver esas imágenes sin que un resorte interior nos lance a gritar, a llorar ante tanto dolor?

Una pequeña luz vi el otro día, cuando el representante de Palestina ante la ONU, Mansur, explicando lo que allí ocurre, lloró... lloró con todo el dolor que su ser podía expresar... y mientras leía entre lloros su informe nos transcribió la tragedia que está allí ocurriendo.

«Las llamas y el hambre están devorando a miles de niños».

«Las madres acurrucan a sus hijos mientras les piden perdón por no poder salvarlos de una muerte tan cruel e injusta».

Vergüenza debería dar a los gobiernos que no lloran cuando hablan y negocian la paz en ese lugar.

Vergüenza a la humanidad de tolerar semejante barbarie.

Vergüenza, vergüenza.