Díaz Ayuso, ¿presidenta?

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Realmente, no es el momento de enredarse en una hostilidad con las lenguas cooficiales. Si Cataluña, Euskadi o Galicia quieren utilizar su lengua histórica en reuniones oficiales, incluso en los actos en la Unión Europea, creo que el papel del Gobierno de España no es otro que facilitar esta pretensión, como ya se hizo en el Parlamento nacional.

Sin presencia política efectiva, y más bien contando con una cierta hostilidad en la calle, en Cataluña y el País Vasco, resulta muy difícil pensar en llegar a gobernar en toda España. El Partido Popular, que sería el lógico relevo del PSOE en el Gobierno, comete posiblemente un serio error al combatir, como hizo, la iniciativa gubernamental -exigida por Puigdemont, de acuerdo, pero ese es otro tema- de llevar a la UE la petición de que incluyan las tres lenguas cooficiales en España entre los idiomas oficiales, o más o menos oficiales, utilizados en Europa.

Lo que hizo este jueves la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, dando un portazo en el pleno de la Conferencia de Presidentes Autonómicos cuando el lehendakari vasco, Imanol Pradales, comenzó a hablar en euskera, no puede sino calificarse como disparate político. Con ello, no ha hecho sino cimentar la alianza del Partido Nacionalista Vasco con el Gobierno socialista de Pedro Sánchez y alejar un paso más a los nacionalistas en general de un hipotético acuerdo para facilitar la llegada del PP, o sea de Núñez Feijoo, a La Moncloa.

Tengo la impresión de que el gesto -los gestos, porque también tuvo un arranque descortés hacia la ministra de Sanidad- de Díaz Ayuso en la Conferencia de Barcelona ha provocado un cierto disgusto en el cuartel general de Génova. La moderación política que la mayor parte de los dirigentes nacionales del PP, comenzando por Feijoo, pareció querer mostrar, choca frontalmente con gestos como el de la presidenta madrileña, entre otros. Porque no podemos olvidar que también el portavoz parlamentario ‘popular’, Miguel Tellado, por ejemplo, parece disfrutar diciendo en público que Sánchez es ‘un capo’ y los ministros «una panda de gangsters». Menudo lenguaje político nos gastamos en España entre estas arrancadas y las que tienen algunos miembros del Ejecutivo, como Oscar López, Oscar Puente, María Jesús Montero o la portavoz Pilar Alegría. U, ocasionalmente, el mismísimo presidente Sánchez.

Así, hay que insistir, no se construye una nación. Ni se llega a gobernar y menos a suscitar el respeto de los vecinos europeos. La Conferencia de Presidentes debería ser un instrumento muy potente en esta construcción, no solo territorial, de la España del futuro.