Antonio Papell
Antonio Papell

Periodista

Pactos con el diablo

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La extrema derecha, a lomos del deterioro general de la política, acaba de cosechar resultados ascendentes en varios países de Europa, lo que siembra lógica inquietud en quienes defienden, a lo largo y ancho del continente, un constitucionalismo militante. En Alemania, AfD es la segunda fuerza del país, tras CDU/CSU y por delante del SPD… Pese a lo cual los dos grandes partidos históricos han formado una ‘gran coalición’ para aislar a los neonazis, que tienen causas abiertas en la justicia. En Portugal, la neofascista Chega es también la segunda fuerza del país, pese a lo cual su influencia política será prácticamente nula.

El problema que suscitan estos ascensos del populismo ultra se debe a su incompatibilidad radical con la «democracia militante» –el concepto ideado por el alemán Karl Löwenstein–: el artículo 21 de la Constitución alemana y el 6 de la española obligan a que el funcionamiento y los principios políticos de los partidos sean democráticos. Por ello, los ultras no son admitidos a las coaliciones ya que se les aplica un cordón sanitario que los aísla y los confina. El cordón sanitario, que lleva décadas en Francia, acaba de ser decisivo en Alemania pero no lo es en España: el PP pacta sin rubor con la extrema derecha, aceptando algunas de sus más repugnantes propuestas (homofobia, racismo, negacionismo climático, machismo…). Lo acaba de hacer en Balears, como antes lo hizo en Murcia, con la declarada pretensión de ‘dar estabilidad’ a las regiones.

En las elecciones de 2023, se hizo patente que la condescendencia del PP con Vox bloqueó las posibilidades de Feijóo, ya que una mayoría muy clara de españoles se negó a la posibilidad inquietante del pacto con el diablo, de un tándem Feijóo-Abascal. No es difícil de ver que mientras el PP vaya gustosamente de la mano de Vox en las comunidades autónomas, no reunirá la credibilidad suficiente para merecer la confianza de la ciudadanía en el Estado.