Contigo mismo

Un niño en Gaza

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Sabes que, cuando te mueras, en tu mochila habrá certezas y algunas preguntas sin respuesta.    Entre las primeras, la fuerza del amor y del perdón. Entre las segundas, cómo pudo ocurrir el genocidio nazi. Te morirás sin saber, sí, cómo un ser humano con bigotillo, fue capaz de eso con la complicidad de un pueblo silente que prefería ver las flores de su jardín antes que el humo, tal vez cercano, de un horno crematorio… Es fácil mirar hacia otro lado. Aunque eso mate.    Charlot ridiculizó a Hitler, elaborando en un    discurso la más contundente y bella defensa en contra del fascismo. Te refieres a «El gran dictador». Su monólogo final debería estudiarse en la aulas y ser texto en las pruebas de las    P.A.U. ¡Chicos, si suspendierais esas pruebas, en el supuesto de que os hubieran puesto como comentario de texto ese texto de Chaplin, no os angustiéis! Si habéis percibido el inmenso amor y decencia del texto, habéis aprobado, aunque un «que» mal usado o una falta de ortografía os jorobe acceder a una universidad. Puede que hubierais sido magníficos médicos… Puede que una décima en una nota mate a ese enfermo que debería de haberos tenido… ¡Insistid!

Te preguntas como Israel puede ser sinónimo de nazi… Cómo… Cómo es capaz de matar a tanto inocente…

Te cuesta ver imágenes terribles de lo que ocurre en Gaza. Te joroban el día. Ves a ese niño cuya única arma que debería de haber visto, es la de un juguete. Tal vez tenga solo ocho años y no entienda nada. Se preguntará, quizás, por qué no puede estar en una escuela con lápices de colores… ¿Por qué su madre no le responde? ¿Por qué no tiene pan? Ni un patio en el que tendría que haber jugado y que hoy arde en llamas…

2 Ese niño aspiraba a ser, probablemente, un futbolista o a algo más simple: a salir a la calle sin miedo a morir… Netanyahu lo habrá convertido en un futuro terrorista de Hamas cuando ese niño recuerde el pecho cercenado, con solo, con solo ocho años, de su madre… Hay psicópatas que añaden a su nauseabunda miseria la más absoluta imbecilidad… A la postre el despacho de Netanyahu no es sino un aula de futuros terroristas a los que, ¡inocente! cree combatir…

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En tu mochila has hablado de amor y de perdón. ¡Qué difícil te lo están poniendo! Si hubieras podido apretar un gatillo sobre la nuca de Hitler, ¿lo habrías hecho? Y temes la respuesta, porque la conoces y contradice todos los valores cristianos en los que se basa tu vida. La cuestión es válida también para Netanyahu… El mal es como un maloliente pulpo: mata vidas y también creencias.

Espero que ese niño no sea, en el futuro, un terrorista, aunque, de serlo, lo entendería, aunque no lo justificaría. Espero estropearle la jugada a ese mal que, de haberlo, haylo y creer que no hubiera apretado ese gatillo sobre la nunca, a sabiendas. La nunca de Hitler, de Netanyahu…

Cambio de sueño y el sueño se muda en utopía: el de que alguien (¿una timorata Europa?) haga algo para que un niño de Gaza, agarrado al pecho de su madre, sienta aún su latido… Y pueda hacer algo tan simple como salir al patio sin encontrarse el cadáver de un amigo muerto…

Nunca sabré de qué estuvo hecho Hitler… Ni sé de qué está hecho Netanyahu. Como nunca sabré como ambos pudieron vivir -y uno de ellos aún vive- consigo mismos, mirarse ante un espejo y no vomitar…